dijous, 29 de març del 2012
El cielo de los famosos
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dimecres, 28 de març del 2012
Poción Mágica
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dimarts, 27 de març del 2012
Me siento fatal por robar a un creador de empleos
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dilluns, 26 de març del 2012
V de Vendetta
Un cómic imprescindible, una película que no está nada mal. V de Vendetta del gran Alan Moore. Os dejo este artículo prestado por Culturamas.
Una entrevista con el Autor.
Comprar el cómic por internet o se puede ir a cualquier tienda de cómics.
V de Vendetta por Carlos Javier González Serrano
Desde este espacio siempre he defendido el contenido cultural de los cómics de superhéroes, género denostado en muchas ocasiones y reservado para los despectivamente denominados freaks, cuyos intereses parecen desterrados de lo que muchos llaman “alta cultura”. La cosa se pone realmente seria cuando tratamos de personalidades tan relevantes como Frank Miller, Jack Kirby, Bob Kane, Stan Lee, Joe Simon o el propio Alan Moore. Con la obra de este último la industria del cómic dio un vertiginoso vuelco –que llegó a derribar los infranqueables muros de la Silver Age– en lo referente a la creación y desarrollo de historias de superhéroes.
El autor de la obra, Juan José Vargas (1981, profesor, crítico, guionista e incansable lector de cómics desde muy temprana edad), explica en la “Introducción” que «si alguien ha dedicado su carrera a elaborar un minucioso examen, diríase quirúrgico, del porqué de la muerte del héroe tradicional, ese es Alan Moore. […] Moore lleva tres décadas analizando con su estilo psicológico y fragmentario los estertores moribundos, silbidos terminales y gases mortuorios de un concepto tan industrial y propagandísticamente exprimido como el de heroísmo».
Lo irreal y lo real son acaso lo mismo… solo con imaginarlo
Alan Moore, hijo de obreros, nace el 18 de noviembre de 1953 en la zona más pobre de Northampton. Como explica el autor de La autopsia del héroe, a pesar de su gran inteligencia y temprana locuacidad, Moore tenía todas las posibilidades de acabar sus días como limpiador de letrinas. El acceso a niveles culturales más elevados solo le fue posible a través de la biblioteca del barrio, a la que asistió desde los cinco años. «Tan aficionado al juego callejero como a la lectura –nos cuenta Vargas–, devoraba con pasión novelas y cómics que representarían para él un mundo paralelo perfecto para el escapismo».
Tras algunos episodios más o menos turbulentos que le llevaron a traficar con LSD (como forma de subversión frente al sistema de pensamiento burgués que por entonces comenzaba a asentarse de manera definitiva), Alan Moore conoce a los veinte años a su futura mujer, Phyllis, con quien se muda a un pequeño piso en Barrock Road; tras convivir durante algunos meses deciden formalizar su relación mediante el matrimonio. El genio británico no ahorró en riesgos al comienzo de lo que empezaba a tomar visos de “vida estable”: convencido de su vocación y talento como dibujante y guionista de historietas, rechaza un trabajo como empleado en la oficina de un subcontratista del sistema de gas local y decide intentar darse a conocer en el mundo de la animación. A pesar del inestable panorama laboral de los años setenta, y tras algunos trabajos no remunerados para un par de fanzines de no mucha importancia, envía dos episodios de una serie de su invención titulada Roscoe Moscow a la revista Sounds; de manera inmediata el director de la publicación se pone en contacto con él y decide contratarle (aunque al principio su sueldo alcanzara apenas las 35 libras semanales, cifra irrisoria que no permitía ni siquiera la inclusión en el sistema de seguridad social). Así comenzaba la historia de Alan Moore en el cómic…
La obra que os presentamos –que recomendamos no solo a los asiduos a los cómics, sino a todos aquellos interesados en la evolución de las historietas y el singular desarrollo de la figura del héroe en el último cuarto del siglo XX– se hace cargo de las grandes creaciones y aportaciones de Moore al mundo del noveno arte: Capitán Britania, Skizz, Miracleman, Superman,Watchmen, From Hell, Batman, Promethea o WildCATS, siempre desde un punto de vista riguroso y ameno a la vez, acompañando el texto de numerosas ilustraciones del propio Moore. Una obra que nos hace evocar un universo paralelo… en constante e irrenunciable conexión con lo que llamamos “mundo real”.
“La misión de V, más allá de responsabilizarse de los atentados contra el Estado, consiste en sobrevivir a cualquier precio, en ser una noción eterna a pesar de su humanidad”. J.J. Vargas
Como afirma J.J. Vargas en Alan Moore. La autopsia del héroe, «hay un factor concreto que distingue la ruptura de nuestro autor con todo lo visto. Si bien podría decirse que en el género, al igual que en la Historia, destaca un progresivo realismo en el tratamiento del héroe, hasta la llegada de Moore las consideraciones en torno al justiciero habían sido únicamente morales, o lo que es lo mismo, orientadas a una distinción clara, consensuada e inalterable del bien y el mal. La importancia evolutiva de la irrupción del guionista británico, vinculada […] a la renovación de las estructuras lingüísticas, radica en que, desde entonces, la noción de héroe empieza a ser ética, es decir, tiene lugar una verdadera reflexión sobre la naturaleza compleja de aquellos conceptos».
Como expone J.J. Vargas en su atinado y extenso análisis, de merecida lectura para destapar no solo la trama de V de Vendetta, sino también los temores de la sociedad contemporánea, «en oposición al Estado como tumor social, la iniciativa revolucionaria de V implica que el héroe ha de tomar por sí solo las decisiones de un Estado fantasma, agazapado para la irrupción del nuevo orden. […] [E]l bien no se encuentra en el proceso democrático, absolutamente inviable, sino en el fin que persiguen los actos del rebelde, sea cual sea la naturaleza de estos». Al igual que Fausto, V se entrega a la realización de un camino que, si bien ha de conducirle a la muerte, le transporta a la vez al cumplimiento de una causa que trasciende su individualidad. Sin embargo, como queda reflejado en el libro que nos presenta Ediciones Dolmen, la diferencia entre V y Fausto es la intencionalidad de sus acciones; mientras Fausto “es”, a V “le han hecho”. El héroe de la historia de Moore surge del odio ejercido contra los perjudicados por la represión del Estado. «Diríase –explica Vargas inundado de espíritu hegeliano– que la Historia crea al héroe, y el héroe crea el símbolo como arma causal con que justificar sus ideas religiosas o políticas».
Moore hace vivir a Inglaterra una situación similar que la acontecida en la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial; cuando el partido nazi es elegido bajo el amparo de las promesas de creación de empleo y crecimiento económico a través del desarrollo industrial del país, la culpabilidad por las atrocidades llevadas a cabo por el régimen de Hitler es situada en el pueblo. Para V, todo individuo se halla integrado por un cúmulo de estereotipos de ficción en constante pugna: «Todo el mundo es especial. Todo el mundo es un héroe, un amante, un bufón, un villano. Todo el mundo». La necesidad del héroe viene dada por la corrupción del Estado, que obliga a aquel a actuar de manera decisiva… bajo la forma de un traidor sedicioso. En palabras de J.J. Vargas, «la postura de Moore, y de V, tiene mucho que ver con la dialéctica del cambio social desde la que Hegel examinaba el fenómeno revolucionario, pero también con el personalismo de E. Mounier, según el cual es la persona es el verdadero centro comunitario, y no el Estado, cuya función es la de un mero instrumento al servicio de un individuo social por naturaleza». Un héroe hecho a imagen y semejanza de las necesidades y pecados cometidos por su pueblo…
Hemos tenido una serie de estafadores, fraudes, mentirosos y lunáticos que han tomado una serie de decisiones catastróficas. Eso es un hecho. Pero ¿quién les eligió? ¡Fuiste tú! ¡Tú quien nombró a esta gente! ¡Tú quien les dio el poder de tomar decisiones en tu lugar! Aunque reconozco que cualquiera puede cometer un error una vez, cometer los mismos errores fatales siglo tras siglo me parece simplemente deliberado.
V de Vendetta, Libro 2, Cap. 4 (citado por J.J. Vargas en Alan Moore. La autopsia del héroe)
Una entrevista con el Autor.
Comprar el cómic por internet o se puede ir a cualquier tienda de cómics.
V de Vendetta por Carlos Javier González Serrano
Desde este espacio siempre he defendido el contenido cultural de los cómics de superhéroes, género denostado en muchas ocasiones y reservado para los despectivamente denominados freaks, cuyos intereses parecen desterrados de lo que muchos llaman “alta cultura”. La cosa se pone realmente seria cuando tratamos de personalidades tan relevantes como Frank Miller, Jack Kirby, Bob Kane, Stan Lee, Joe Simon o el propio Alan Moore. Con la obra de este último la industria del cómic dio un vertiginoso vuelco –que llegó a derribar los infranqueables muros de la Silver Age– en lo referente a la creación y desarrollo de historias de superhéroes.
El autor de la obra, Juan José Vargas (1981, profesor, crítico, guionista e incansable lector de cómics desde muy temprana edad), explica en la “Introducción” que «si alguien ha dedicado su carrera a elaborar un minucioso examen, diríase quirúrgico, del porqué de la muerte del héroe tradicional, ese es Alan Moore. […] Moore lleva tres décadas analizando con su estilo psicológico y fragmentario los estertores moribundos, silbidos terminales y gases mortuorios de un concepto tan industrial y propagandísticamente exprimido como el de heroísmo».
Lo irreal y lo real son acaso lo mismo… solo con imaginarlo
Alan Moore, hijo de obreros, nace el 18 de noviembre de 1953 en la zona más pobre de Northampton. Como explica el autor de La autopsia del héroe, a pesar de su gran inteligencia y temprana locuacidad, Moore tenía todas las posibilidades de acabar sus días como limpiador de letrinas. El acceso a niveles culturales más elevados solo le fue posible a través de la biblioteca del barrio, a la que asistió desde los cinco años. «Tan aficionado al juego callejero como a la lectura –nos cuenta Vargas–, devoraba con pasión novelas y cómics que representarían para él un mundo paralelo perfecto para el escapismo».
Tras algunos episodios más o menos turbulentos que le llevaron a traficar con LSD (como forma de subversión frente al sistema de pensamiento burgués que por entonces comenzaba a asentarse de manera definitiva), Alan Moore conoce a los veinte años a su futura mujer, Phyllis, con quien se muda a un pequeño piso en Barrock Road; tras convivir durante algunos meses deciden formalizar su relación mediante el matrimonio. El genio británico no ahorró en riesgos al comienzo de lo que empezaba a tomar visos de “vida estable”: convencido de su vocación y talento como dibujante y guionista de historietas, rechaza un trabajo como empleado en la oficina de un subcontratista del sistema de gas local y decide intentar darse a conocer en el mundo de la animación. A pesar del inestable panorama laboral de los años setenta, y tras algunos trabajos no remunerados para un par de fanzines de no mucha importancia, envía dos episodios de una serie de su invención titulada Roscoe Moscow a la revista Sounds; de manera inmediata el director de la publicación se pone en contacto con él y decide contratarle (aunque al principio su sueldo alcanzara apenas las 35 libras semanales, cifra irrisoria que no permitía ni siquiera la inclusión en el sistema de seguridad social). Así comenzaba la historia de Alan Moore en el cómic…
La obra que os presentamos –que recomendamos no solo a los asiduos a los cómics, sino a todos aquellos interesados en la evolución de las historietas y el singular desarrollo de la figura del héroe en el último cuarto del siglo XX– se hace cargo de las grandes creaciones y aportaciones de Moore al mundo del noveno arte: Capitán Britania, Skizz, Miracleman, Superman,Watchmen, From Hell, Batman, Promethea o WildCATS, siempre desde un punto de vista riguroso y ameno a la vez, acompañando el texto de numerosas ilustraciones del propio Moore. Una obra que nos hace evocar un universo paralelo… en constante e irrenunciable conexión con lo que llamamos “mundo real”.
“La misión de V, más allá de responsabilizarse de los atentados contra el Estado, consiste en sobrevivir a cualquier precio, en ser una noción eterna a pesar de su humanidad”. J.J. Vargas
Como afirma J.J. Vargas en Alan Moore. La autopsia del héroe, «hay un factor concreto que distingue la ruptura de nuestro autor con todo lo visto. Si bien podría decirse que en el género, al igual que en la Historia, destaca un progresivo realismo en el tratamiento del héroe, hasta la llegada de Moore las consideraciones en torno al justiciero habían sido únicamente morales, o lo que es lo mismo, orientadas a una distinción clara, consensuada e inalterable del bien y el mal. La importancia evolutiva de la irrupción del guionista británico, vinculada […] a la renovación de las estructuras lingüísticas, radica en que, desde entonces, la noción de héroe empieza a ser ética, es decir, tiene lugar una verdadera reflexión sobre la naturaleza compleja de aquellos conceptos».
Como expone J.J. Vargas en su atinado y extenso análisis, de merecida lectura para destapar no solo la trama de V de Vendetta, sino también los temores de la sociedad contemporánea, «en oposición al Estado como tumor social, la iniciativa revolucionaria de V implica que el héroe ha de tomar por sí solo las decisiones de un Estado fantasma, agazapado para la irrupción del nuevo orden. […] [E]l bien no se encuentra en el proceso democrático, absolutamente inviable, sino en el fin que persiguen los actos del rebelde, sea cual sea la naturaleza de estos». Al igual que Fausto, V se entrega a la realización de un camino que, si bien ha de conducirle a la muerte, le transporta a la vez al cumplimiento de una causa que trasciende su individualidad. Sin embargo, como queda reflejado en el libro que nos presenta Ediciones Dolmen, la diferencia entre V y Fausto es la intencionalidad de sus acciones; mientras Fausto “es”, a V “le han hecho”. El héroe de la historia de Moore surge del odio ejercido contra los perjudicados por la represión del Estado. «Diríase –explica Vargas inundado de espíritu hegeliano– que la Historia crea al héroe, y el héroe crea el símbolo como arma causal con que justificar sus ideas religiosas o políticas».
Moore hace vivir a Inglaterra una situación similar que la acontecida en la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial; cuando el partido nazi es elegido bajo el amparo de las promesas de creación de empleo y crecimiento económico a través del desarrollo industrial del país, la culpabilidad por las atrocidades llevadas a cabo por el régimen de Hitler es situada en el pueblo. Para V, todo individuo se halla integrado por un cúmulo de estereotipos de ficción en constante pugna: «Todo el mundo es especial. Todo el mundo es un héroe, un amante, un bufón, un villano. Todo el mundo». La necesidad del héroe viene dada por la corrupción del Estado, que obliga a aquel a actuar de manera decisiva… bajo la forma de un traidor sedicioso. En palabras de J.J. Vargas, «la postura de Moore, y de V, tiene mucho que ver con la dialéctica del cambio social desde la que Hegel examinaba el fenómeno revolucionario, pero también con el personalismo de E. Mounier, según el cual es la persona es el verdadero centro comunitario, y no el Estado, cuya función es la de un mero instrumento al servicio de un individuo social por naturaleza». Un héroe hecho a imagen y semejanza de las necesidades y pecados cometidos por su pueblo…
Hemos tenido una serie de estafadores, fraudes, mentirosos y lunáticos que han tomado una serie de decisiones catastróficas. Eso es un hecho. Pero ¿quién les eligió? ¡Fuiste tú! ¡Tú quien nombró a esta gente! ¡Tú quien les dio el poder de tomar decisiones en tu lugar! Aunque reconozco que cualquiera puede cometer un error una vez, cometer los mismos errores fatales siglo tras siglo me parece simplemente deliberado.
V de Vendetta, Libro 2, Cap. 4 (citado por J.J. Vargas en Alan Moore. La autopsia del héroe)
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Cómic
diumenge, 25 de març del 2012
Bobby Fischer
Bobby Fischer, no sé si ha sido el mejor ajedrecista de la historia, pero lo que es seguro es que ha sido el más famoso y el más influyente en la memoria popular. El genio americano que derroto a los rusos en plena guerra fría, el excéntrico, el único y el inimitable. En la imprescindible revista cultural Jot Down han publicado un par de artículos sobre este mago de las 64 casillas. Aquí os los dejo.
Bobby Fischer por E.J. Rodríguez
Mediados de los años cincuenta. Una pareja de chavales camina por las calles de Nueva York. En mitad del ajetreo urbano nadie repara en su presencia. Los transeúntes, los policías, los trabajadores de las obras públicas; cualquiera que se cruce con ellos ve solamente a dos adolescentes. Porque eso es lo que son, sólo dos chicos de trece años. Pero la gente poco puede sospechar que uno de ellos se convertirá, en el transcurso de sólo un par de años, en uno de individuos más famosos del país. Y al cabo de algunos años más, en una de las mayores celebridades de todo el planeta. Es el más delgadito, de cabello castaño, vestimenta humilde y aspecto ligeramente desaliñado. Se llama Robert James Fischer y está a punto de irrumpir en la Historia cuando aún no tenga edad para afeitarse; el mundo, de hecho, lo conocerá para siempre con el diminutivo de “Bobby”.
Los dos chiquillos que deambulan juntos por las abarrotadas aceras son amigos y comparten una misma pasión: el ajedrez. Se han conocido participando en diversos torneos juveniles y cada vez que se encuentran suelen pasar bastante tiempo juntos. Uno de ellos se acaba de trasladar desde California hasta Nueva York, porque es la meca ajedrecística de los Estados Unidos. El otro, Bobby, ha crecido en esta misma ciudad, donde ya es un habitual en los clubes de ajedrez, de hecho suele saltarse las clases del colegio para poder participar en los torneos.
Este día, un día de primavera de 1956, los dos jovenzuelos se dirigen al sur de Manhattan. Nueva York es una metrópolis inmensa, pero su mundo —el microcosmos del ajedrez— es relativamente pequeño, repartido a lo largo de unas cuantas calles. Cerca de la 5ª Avenida, casi camuflado en una tranquila entrada de semisótano, está el Marshall Chess Club, uno de los clubes de ajedrez más importantes de la ciudad, que es a donde hoy se dirigen los dos jóvenes jugadores de nuestra historia. A unas pocas calles del club está el parque de Washington Square, donde suelen reunirse ajedrecistas de toda índole para echar unas partidas al aire libre; también allí se ha dejado ver el joven Bobby bastante a menudo. Un par de manzanas más allá —prácticamente a la vista del parque— hay varias legendarias tiendas de material ajedrecístico, como el Chess Forum, que es probablemente uno de los comercios más bonitos del mundo aunque sólo sea por lo que contiene tras sus coquetos escaparates; o el Village Chess Shop, donde a veces podemos ver a gente jugando en la misma acera, ante mesas situadas junto a la puerta del local como si fuese la terraza de un café. Los dos escolares transitan, pues, por el auténtico corazón del ajedrez neoyorquino. Caminan en silencio, y en ese momento, uno de ellos —que ha estado reflexionando durante un rato— parece tener un momento de revelación sobre su futuro. Su juego ha estado mejorando en los últimos meses de manera considerable, pero ahora su mirada va más allá y siente que se ha abierto una nueva puerta ante él. Todavía no ha cumplido los catorce años pero puede notarlo: está hecho para la grandeza. Así lo recordaba después su acompañante y amigo, Ron Gross:
“Bobby y yo nos hicimos amigos. Solíamos vagabundear juntos por la ciudad. A veces íbamos al club Marshall para jugar un torneo de partidas rápidas, cosas por el estilo. Un día nos dirigíamos juntos a Manhattan porque ambos participábamos en un pequeño torneo temático sobre la apertura Ruy Lopez. De repente, Bobby dijo:
— ¿Sabes qué? Puedo ganarles a todos esos tipos.
Yo creí que se refería a la gente del torneo en que estábamos participando, y pensé que lo que estaba diciendo era una perogrullada. No era un torneo muy fuerte, y de hecho ambos habíamos ganado todas nuestras partidas hasta el momento. Pero él no se refería a eso. El se refería a que podía vencer a ‘cualquiera’ en los Estados Unidos. Y a finales de ese mismo año, eso es precisamente lo que hizo”
Continuar leyendo: Bobby Fischer: La infancia del Pequeño Diablo (I)
Y después aquí: Bobby Fischer: La infancia del Pequeño Diablo (II)
Bobby Fischer por E.J. Rodríguez
Mediados de los años cincuenta. Una pareja de chavales camina por las calles de Nueva York. En mitad del ajetreo urbano nadie repara en su presencia. Los transeúntes, los policías, los trabajadores de las obras públicas; cualquiera que se cruce con ellos ve solamente a dos adolescentes. Porque eso es lo que son, sólo dos chicos de trece años. Pero la gente poco puede sospechar que uno de ellos se convertirá, en el transcurso de sólo un par de años, en uno de individuos más famosos del país. Y al cabo de algunos años más, en una de las mayores celebridades de todo el planeta. Es el más delgadito, de cabello castaño, vestimenta humilde y aspecto ligeramente desaliñado. Se llama Robert James Fischer y está a punto de irrumpir en la Historia cuando aún no tenga edad para afeitarse; el mundo, de hecho, lo conocerá para siempre con el diminutivo de “Bobby”.
Los dos chiquillos que deambulan juntos por las abarrotadas aceras son amigos y comparten una misma pasión: el ajedrez. Se han conocido participando en diversos torneos juveniles y cada vez que se encuentran suelen pasar bastante tiempo juntos. Uno de ellos se acaba de trasladar desde California hasta Nueva York, porque es la meca ajedrecística de los Estados Unidos. El otro, Bobby, ha crecido en esta misma ciudad, donde ya es un habitual en los clubes de ajedrez, de hecho suele saltarse las clases del colegio para poder participar en los torneos.
Este día, un día de primavera de 1956, los dos jovenzuelos se dirigen al sur de Manhattan. Nueva York es una metrópolis inmensa, pero su mundo —el microcosmos del ajedrez— es relativamente pequeño, repartido a lo largo de unas cuantas calles. Cerca de la 5ª Avenida, casi camuflado en una tranquila entrada de semisótano, está el Marshall Chess Club, uno de los clubes de ajedrez más importantes de la ciudad, que es a donde hoy se dirigen los dos jóvenes jugadores de nuestra historia. A unas pocas calles del club está el parque de Washington Square, donde suelen reunirse ajedrecistas de toda índole para echar unas partidas al aire libre; también allí se ha dejado ver el joven Bobby bastante a menudo. Un par de manzanas más allá —prácticamente a la vista del parque— hay varias legendarias tiendas de material ajedrecístico, como el Chess Forum, que es probablemente uno de los comercios más bonitos del mundo aunque sólo sea por lo que contiene tras sus coquetos escaparates; o el Village Chess Shop, donde a veces podemos ver a gente jugando en la misma acera, ante mesas situadas junto a la puerta del local como si fuese la terraza de un café. Los dos escolares transitan, pues, por el auténtico corazón del ajedrez neoyorquino. Caminan en silencio, y en ese momento, uno de ellos —que ha estado reflexionando durante un rato— parece tener un momento de revelación sobre su futuro. Su juego ha estado mejorando en los últimos meses de manera considerable, pero ahora su mirada va más allá y siente que se ha abierto una nueva puerta ante él. Todavía no ha cumplido los catorce años pero puede notarlo: está hecho para la grandeza. Así lo recordaba después su acompañante y amigo, Ron Gross:
“Bobby y yo nos hicimos amigos. Solíamos vagabundear juntos por la ciudad. A veces íbamos al club Marshall para jugar un torneo de partidas rápidas, cosas por el estilo. Un día nos dirigíamos juntos a Manhattan porque ambos participábamos en un pequeño torneo temático sobre la apertura Ruy Lopez. De repente, Bobby dijo:
— ¿Sabes qué? Puedo ganarles a todos esos tipos.
Yo creí que se refería a la gente del torneo en que estábamos participando, y pensé que lo que estaba diciendo era una perogrullada. No era un torneo muy fuerte, y de hecho ambos habíamos ganado todas nuestras partidas hasta el momento. Pero él no se refería a eso. El se refería a que podía vencer a ‘cualquiera’ en los Estados Unidos. Y a finales de ese mismo año, eso es precisamente lo que hizo”
Continuar leyendo: Bobby Fischer: La infancia del Pequeño Diablo (I)
Y después aquí: Bobby Fischer: La infancia del Pequeño Diablo (II)
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Ajedrez
dissabte, 24 de març del 2012
Miedos infundados
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Humor
divendres, 23 de març del 2012
¿Dónde está Wally?
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Humor
dijous, 22 de març del 2012
A mí tampoco me gusta el fútbol
Llevo tiempo queriendo escribir un post explicando porqué era un gran aficionado al fútbol y ahora lo detesto. Así que entre siestas y perezas encontré este post en Somniloquios. Cambiad Zaragoza por Nàstic y ahí estoy yo, abandonando a la mujer que tanto amé, por falsa, por aburrida, por previsible, por llorona, por coñazo y por hacerme perder horas y horas de mi tiempo que podría haber dedicado a contar nubes, mirar vacíos o escuchar el silencio.
A mí no me gusta el fútbol
Después de algún tiempo de zozobra (porque el caso encierra consecuencias de orden metafísico-práctico que no puedo eludir) he alcanzado la liberadora conclusión de que a mí no me gusta el fútbol. Si digo liberadora diré liberadora en un sentido espiritual, porque uno solía preguntarse si no habría falta de profesionalidad en ese aburrimiento que lo acechaba al enfrentarse a toda clase de partidos, con toda clase de rivales, en la incapacidad para conocer a un enorme tanto por ciento de futbolistas a los que debería distinguir, en la creciente desmemoria que me provocan los partidos vistos, los autores de los goles, las jugadas… en la negativa a priorizar una tarde de fútbol por delante de cualquier otra actividad o en el cansancio de los encuentros del siglo. Yo me preguntaba contra quién habíamos jugado el domingo anterior, o quién marcó hace dos semanas, y con cierto horror al vacío me daba cuenta de que me costaba bastante recordarlo. Nunca he ejercitado el memorialismo. Recuerdo momentos, pasajes, impresiones, personas y palabras, pero no datos. Olvido de forma muy selectiva e implacable. Cuando olvido, es que no me interesa. Así que, en un caso como el mío, los síntomas no eran fáciles de interpretar: la obligación de pensar y mirar y reflexionar y escribir sobre el fútbol son susceptibles de provocar un horrible agotamiento, porque en el fútbol hay poco que pensar, mirar, reflexionar y no digamos escribir. Así que creo que ha llegado la hora de admitir lo que sospecho hace tiempo.
Sé que habrá un empeño por razonar una afirmación así de tajante. Un decir: sí que te gusta, lo que pasa es que… ha cambiado mucho el fútbol, te haces mayor, el desencanto que procura y transmite el Zaragoza, la sobreexposición, demasiados partidos, demasiada información. Ninguna de esas cosas es incierta, pero las he pasado por el tamiz de un riguroso análisis íntimo y resultan filfa comparada con el motivo real. Después de tanto tiempo, preguntarte si algo te gusta de verdad ya supone un primer salto, una asunción. La sospecha anticipa una respuesta. Lo único que se me ocurre para saber si algo me gusta de verdad, pero de verdad en serio, es compararlo con otras cosas que también son susceptibles de gustarme de verdad y en serio. En mi caso, por ejemplo, la música y el rugby. Todo el tiempo oyendo música, desde que me levanto a veces hasta que, literalmente, me duermo. Por la música y el rugby yo hago cosas, tal y como me han dicho ya alguna vez, que jamás he hecho por el fútbol. Dicen que si uno aparece en un país desconocido, prende el televisor y ve un encuentro de fútbol entre dos equipos de los cuales no sabe ni el nombre, inconscientemente toma partido inmediato por uno de los dos. A mí no me da tiempo, cambio antes de canal. Ahora, si hay rugby me quedo enganchado. Este sábado me tragué alegremente el Bath-Gloucester, un Saracens-Leicester y un Stade Français-Toulon, y me pareció todo extraordinario. Para rato vería yo al Sochaux contra el Olympique de Lyon. Ya ni miro un Liverpool-Manchester United, con lo que yo he sido. Eso sí son síntomas. El otro día en una tertulia de la radio alguien que me conoce de lejos me dijo: “Tú siempre has sido un gran especialista en fútbol inglés”.Y yo pensé: eso era en la época de John Barnes. Está hablando de otro hombre. También me dijo que me había querido fichar para su club cuando yo jugaba, lo que me sonó como la edad de piedra. Afirmó que había rechazado la oferta. Qué forma de olvidar la mía, pero tiene sentido. Creo que jugué al fútbol de manera organizada unos cinco años. En el rugby llevo veinte. Algo querrá decir eso. Veinte contra cinco. Alguno más contando los días en que le daba al fútbol sala, una aburrida perversión del juego que nunca he comprendido bien. De entre las cosas que más extrañeza me producen está la gente que mira partidos de fútbol sala por televisión y los que descubren en 2012 que una película muda puede ser maravillosa. A mí las dos cosas, los partidos de fútbol sala y las películas mudas de 2012, me parecen una vaciedad absoluta. El futbito (que es como se llama ese juego, en realidad) sólo está bien para jugarlo… y hasta cierta edad. Y los filmes mudos, para los años 20, oiga usted. Agrego aquí que empiezo a pensar que el cine tampoco me gusta de verdad, pero eso lo tengo todavía en razonamiento y no voy a precipitarme en hacer semejante anuncio. ¿Escribir? Uf, no me pregunten. También asoman dudas, como demuestra Somniloquios, pero si lo afirmo tajantemente me asomo a un vacío del que tal vez no haya regreso.
El fútbol y la vida, de acuerdo a Forges, ese hombre que -como el mismo fútbol- antes me hacía mucha gracia y ahora me produce un terrible agotamiento.
A mí lo que me gusta es ver películas de John Ford, particularmente Centauros del desierto; y que gane el Zaragoza, eso sí. Con Centauros siempre termino llorando y los goles del Zaragoza aún los grito sin pensar. No sé si le oí a alguien esto pero yo desde luego lo veo así: el fútbol no me gusta, a mí lo que me gusta es el Zaragoza. El Zaragoza es una cosa y el fútbol es otra, debe de ser eso. Como Ford con respecto a las películas, en general. Si acaso debo confesar que me gusta ver ganar a España, pero sólo europeos y copas del mundo. Si pierde no acaba de importarme mucho. En ese aspecto me he vuelto muy práctico, utilitarista o interesado. No me avergüenza reconocerlo. Pero estas excepciones no son lo mismo: con ellas rige el mismo razonamiento por el que celebramos las victorias de los nuestros en el tiro al plato de los Juegos Olímpicos. Efluvios sentimentales, con atavismos de pertenencia. Tanto así que detesto los partidos de las fases clasificatorias y no digamos los amistosos. Ganar un Mundial y gritarlo en la terraza de casa y luego en las calles es una de esas cosas que todo hombre debería reclamar como derecho inalienable. Una vez en la vida. Eso y levantarse un mujerón de los que los demás envidian sin disimulo. Poder decir como los anglosajones: “I DID!”. Eso lo he hecho; yo he estado allí. Una vez, al menos: experiencias que den sentido a la existencia. Luego ya te puedes tirar a vivir el resto del tiempo. Lo que nos lleva a Cela, quien escribió de forma célebre en un diario que un hombre es libre cuando descubre que ya no ansía el cuerpo de la mujer. De ninguna mujer. A él le pasó: se despertó una mañana y vio que, uno, su cuerpo ya no se levantaba con él; y dos, que no le importaba lo más mínimo porque su cerebro ya no abrigaba apetencias carnales, ni las más mínimas. Ni sublimes ni infectas. Sosegado el impulso sexual, uno es libre.
Yo encuentro cierta tranquilidad correlativa en la liberación del fútbol: no pagar paquetes televisivos para tener toda la Liga y toda la Champions en casa, no ir nunca al bar a demorar durante hora y media una cocacola, con receso mingitorio en el intermedio del match, perderme con deleite los clásicos, no escuchar salvo en ocasiones muy concretas la radiofonía nocturna, no haber visto jamás Aída ni el Punto Pelota ni la gala de los Goya. Esas cosas. Naturalmente, todavía miro algún partido de fútbol, más de un partido; aún puedo mantener una conversación acerca del particular (y hasta hablar en tertulias de la radio sobre el particular, aunque me apetecería hablar sobre cualquier otra cosa), y desde luego no paro de escribir de fútbol por la cuenta que me trae. Pero sí, el fútbol no me gusta. O quizás digamos que (ya) no me gusta, si alguna vez lo hizo. Como actor (unos años dándole) nunca me convenció y lo dejé pronto. Como espectador, oiga… yo ya he visto demasiado. O para mí ha sido demasiado. Me estoy viniendo viejo, que diría Calamaro. Todo esto no sólo no se debía a que yo fuera un mal profesional, sino que he sido y soy un gran profesional, que dedica la mayor parte del tiempo a ocuparse de algo que no le gusta. Un gran profesional, como la Reina. Qué tranquilidad de espíritu me procura esta certeza.
Ya he comprendido aquello que me decía a veces mi abuelo cuando hace muchos años yo le preguntaba si había visto el partido de la noche anterior: “Estoy cansado del fútbol”. Qué ardua ha de ser la existencia, pensaba yo con desordenada profundidad, para que a un hombre lo acabe por hartar el fútbol. El cansancio existencial del balón. Qué cosa.
A mí no me gusta el fútbol
Después de algún tiempo de zozobra (porque el caso encierra consecuencias de orden metafísico-práctico que no puedo eludir) he alcanzado la liberadora conclusión de que a mí no me gusta el fútbol. Si digo liberadora diré liberadora en un sentido espiritual, porque uno solía preguntarse si no habría falta de profesionalidad en ese aburrimiento que lo acechaba al enfrentarse a toda clase de partidos, con toda clase de rivales, en la incapacidad para conocer a un enorme tanto por ciento de futbolistas a los que debería distinguir, en la creciente desmemoria que me provocan los partidos vistos, los autores de los goles, las jugadas… en la negativa a priorizar una tarde de fútbol por delante de cualquier otra actividad o en el cansancio de los encuentros del siglo. Yo me preguntaba contra quién habíamos jugado el domingo anterior, o quién marcó hace dos semanas, y con cierto horror al vacío me daba cuenta de que me costaba bastante recordarlo. Nunca he ejercitado el memorialismo. Recuerdo momentos, pasajes, impresiones, personas y palabras, pero no datos. Olvido de forma muy selectiva e implacable. Cuando olvido, es que no me interesa. Así que, en un caso como el mío, los síntomas no eran fáciles de interpretar: la obligación de pensar y mirar y reflexionar y escribir sobre el fútbol son susceptibles de provocar un horrible agotamiento, porque en el fútbol hay poco que pensar, mirar, reflexionar y no digamos escribir. Así que creo que ha llegado la hora de admitir lo que sospecho hace tiempo.
Sé que habrá un empeño por razonar una afirmación así de tajante. Un decir: sí que te gusta, lo que pasa es que… ha cambiado mucho el fútbol, te haces mayor, el desencanto que procura y transmite el Zaragoza, la sobreexposición, demasiados partidos, demasiada información. Ninguna de esas cosas es incierta, pero las he pasado por el tamiz de un riguroso análisis íntimo y resultan filfa comparada con el motivo real. Después de tanto tiempo, preguntarte si algo te gusta de verdad ya supone un primer salto, una asunción. La sospecha anticipa una respuesta. Lo único que se me ocurre para saber si algo me gusta de verdad, pero de verdad en serio, es compararlo con otras cosas que también son susceptibles de gustarme de verdad y en serio. En mi caso, por ejemplo, la música y el rugby. Todo el tiempo oyendo música, desde que me levanto a veces hasta que, literalmente, me duermo. Por la música y el rugby yo hago cosas, tal y como me han dicho ya alguna vez, que jamás he hecho por el fútbol. Dicen que si uno aparece en un país desconocido, prende el televisor y ve un encuentro de fútbol entre dos equipos de los cuales no sabe ni el nombre, inconscientemente toma partido inmediato por uno de los dos. A mí no me da tiempo, cambio antes de canal. Ahora, si hay rugby me quedo enganchado. Este sábado me tragué alegremente el Bath-Gloucester, un Saracens-Leicester y un Stade Français-Toulon, y me pareció todo extraordinario. Para rato vería yo al Sochaux contra el Olympique de Lyon. Ya ni miro un Liverpool-Manchester United, con lo que yo he sido. Eso sí son síntomas. El otro día en una tertulia de la radio alguien que me conoce de lejos me dijo: “Tú siempre has sido un gran especialista en fútbol inglés”.Y yo pensé: eso era en la época de John Barnes. Está hablando de otro hombre. También me dijo que me había querido fichar para su club cuando yo jugaba, lo que me sonó como la edad de piedra. Afirmó que había rechazado la oferta. Qué forma de olvidar la mía, pero tiene sentido. Creo que jugué al fútbol de manera organizada unos cinco años. En el rugby llevo veinte. Algo querrá decir eso. Veinte contra cinco. Alguno más contando los días en que le daba al fútbol sala, una aburrida perversión del juego que nunca he comprendido bien. De entre las cosas que más extrañeza me producen está la gente que mira partidos de fútbol sala por televisión y los que descubren en 2012 que una película muda puede ser maravillosa. A mí las dos cosas, los partidos de fútbol sala y las películas mudas de 2012, me parecen una vaciedad absoluta. El futbito (que es como se llama ese juego, en realidad) sólo está bien para jugarlo… y hasta cierta edad. Y los filmes mudos, para los años 20, oiga usted. Agrego aquí que empiezo a pensar que el cine tampoco me gusta de verdad, pero eso lo tengo todavía en razonamiento y no voy a precipitarme en hacer semejante anuncio. ¿Escribir? Uf, no me pregunten. También asoman dudas, como demuestra Somniloquios, pero si lo afirmo tajantemente me asomo a un vacío del que tal vez no haya regreso.
El fútbol y la vida, de acuerdo a Forges, ese hombre que -como el mismo fútbol- antes me hacía mucha gracia y ahora me produce un terrible agotamiento.
A mí lo que me gusta es ver películas de John Ford, particularmente Centauros del desierto; y que gane el Zaragoza, eso sí. Con Centauros siempre termino llorando y los goles del Zaragoza aún los grito sin pensar. No sé si le oí a alguien esto pero yo desde luego lo veo así: el fútbol no me gusta, a mí lo que me gusta es el Zaragoza. El Zaragoza es una cosa y el fútbol es otra, debe de ser eso. Como Ford con respecto a las películas, en general. Si acaso debo confesar que me gusta ver ganar a España, pero sólo europeos y copas del mundo. Si pierde no acaba de importarme mucho. En ese aspecto me he vuelto muy práctico, utilitarista o interesado. No me avergüenza reconocerlo. Pero estas excepciones no son lo mismo: con ellas rige el mismo razonamiento por el que celebramos las victorias de los nuestros en el tiro al plato de los Juegos Olímpicos. Efluvios sentimentales, con atavismos de pertenencia. Tanto así que detesto los partidos de las fases clasificatorias y no digamos los amistosos. Ganar un Mundial y gritarlo en la terraza de casa y luego en las calles es una de esas cosas que todo hombre debería reclamar como derecho inalienable. Una vez en la vida. Eso y levantarse un mujerón de los que los demás envidian sin disimulo. Poder decir como los anglosajones: “I DID!”. Eso lo he hecho; yo he estado allí. Una vez, al menos: experiencias que den sentido a la existencia. Luego ya te puedes tirar a vivir el resto del tiempo. Lo que nos lleva a Cela, quien escribió de forma célebre en un diario que un hombre es libre cuando descubre que ya no ansía el cuerpo de la mujer. De ninguna mujer. A él le pasó: se despertó una mañana y vio que, uno, su cuerpo ya no se levantaba con él; y dos, que no le importaba lo más mínimo porque su cerebro ya no abrigaba apetencias carnales, ni las más mínimas. Ni sublimes ni infectas. Sosegado el impulso sexual, uno es libre.
Yo encuentro cierta tranquilidad correlativa en la liberación del fútbol: no pagar paquetes televisivos para tener toda la Liga y toda la Champions en casa, no ir nunca al bar a demorar durante hora y media una cocacola, con receso mingitorio en el intermedio del match, perderme con deleite los clásicos, no escuchar salvo en ocasiones muy concretas la radiofonía nocturna, no haber visto jamás Aída ni el Punto Pelota ni la gala de los Goya. Esas cosas. Naturalmente, todavía miro algún partido de fútbol, más de un partido; aún puedo mantener una conversación acerca del particular (y hasta hablar en tertulias de la radio sobre el particular, aunque me apetecería hablar sobre cualquier otra cosa), y desde luego no paro de escribir de fútbol por la cuenta que me trae. Pero sí, el fútbol no me gusta. O quizás digamos que (ya) no me gusta, si alguna vez lo hizo. Como actor (unos años dándole) nunca me convenció y lo dejé pronto. Como espectador, oiga… yo ya he visto demasiado. O para mí ha sido demasiado. Me estoy viniendo viejo, que diría Calamaro. Todo esto no sólo no se debía a que yo fuera un mal profesional, sino que he sido y soy un gran profesional, que dedica la mayor parte del tiempo a ocuparse de algo que no le gusta. Un gran profesional, como la Reina. Qué tranquilidad de espíritu me procura esta certeza.
Ya he comprendido aquello que me decía a veces mi abuelo cuando hace muchos años yo le preguntaba si había visto el partido de la noche anterior: “Estoy cansado del fútbol”. Qué ardua ha de ser la existencia, pensaba yo con desordenada profundidad, para que a un hombre lo acabe por hartar el fútbol. El cansancio existencial del balón. Qué cosa.
dimarts, 20 de març del 2012
El Arte de la Guerra de Sun Tzu
"El Arte de la Guerra" es un enorme pequeño libro, escrito por el general Chino Sun Tzu (400-320 A.C). Sus enseñanzas pueden aplicarse tanto al ámbito militar como al deportivo, también nos puede servir para nuestras luchas diarias ante los innumerables elementos que nos roban porciones de felicidad. "El hombre es un lobo para el hombre" dijo Thomas Hobbes, y en esas andamos, devorándonos.
"La guerra es el mayor conflicto de estado, la base de la vida y la muerte, el Tao de la supervivencia y la extinción"
"El arte de la guerra se basa en el engaño"
"Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas"
"Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla"
"En líneas generales, dirigir a muchas personas es como dirigir a unas pocas. Todo se basa en la organizacion."
"La ira puede convertirse en alegría, y la cólera puede convertirse en placer. Pero una nación jamás puede ser reconstruida, y una vida no puede volver a nacer."
"La mejor victoria es vencer sin combatir"
Más citas en Wikiquote
Puedes leer el libro aquí (previo registro en la página)
"La guerra es el mayor conflicto de estado, la base de la vida y la muerte, el Tao de la supervivencia y la extinción"
"El arte de la guerra se basa en el engaño"
"Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas"
"Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla"
"En líneas generales, dirigir a muchas personas es como dirigir a unas pocas. Todo se basa en la organizacion."
"La ira puede convertirse en alegría, y la cólera puede convertirse en placer. Pero una nación jamás puede ser reconstruida, y una vida no puede volver a nacer."
"La mejor victoria es vencer sin combatir"
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Puedes leer el libro aquí (previo registro en la página)
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Literatura
dilluns, 19 de març del 2012
diumenge, 18 de març del 2012
Humor romano
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Humor
dissabte, 17 de març del 2012
Robando por encima de nuestras posibilidades
divendres, 16 de març del 2012
Sanidad Pública
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Medicina
dijous, 15 de març del 2012
Frases de "El Padrino"
"I believe in America" ("Creo en América)" (Inicio de la película).
"Le haré una oferta que no podrá rechazar" -Vito Corleone (Marlon Brando) a Johnny Fontane, su frase más célebre también utilizada en el padrino II por Robert De Niro (Vito joven) con respeto a Fanucci.
"Los italianos piensan que el mundo es tan duro que hace falta tener dos padres, por eso todos tienen un padrino."
"Mi padre le hizo una oferta que no pudo rehusar. [...] Luca Brasi le apuntó a la cabeza y mi padre le dijo que podía elegir entre sus sesos o su firma al pie del contrato." - Michael Corleone (Al Pacino)
"Quiero que utilices todo tu poder, toda tu habilidad. No quiero que su madre lo vea así." (Vito Corleone a Bonasera)
"Deja el arma, toma los cannoli". - Clemenza
"Cada hombre tiene su propio destino". - Don Vito Corleone (Marlon Brando)
"Toda mi vida he luchado por proteger a mi familia." -Michael Corleone (Al Pacino)
"Mi padre me enseñó muchas cosas aquí. En esta habitación. Me dijo: Mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos" -Michael Corleone (Al Pacino) en El Padrino II
"Nunca pensé que fueses un mal consigliere, Tom. Pensé que Santino era un mal don, descanse en paz." - Don Vito Corleone (Marlon Brando)
"¿Vives con tu familia?. Bien, porque un hombre que no vive con su familia no puede ser un hombre " - Don Vito Corleone (Marlon Brando)
"Nunca digas lo que piensas a alguien fuera de la familia."- Vito Corleone le dice a su hijo Sonny.
"Nunca odies a tus enemigos, afecta tu razón." - Michael a Vince (Andy Garcia) en el Padrino III
"Hablas de venganza. ¿Va la venganza a devolverle a su hijo? ¿Va a devolverme a mí el mío?" - Don Vito Corleone (Marlon Brando)
"Mira lo que han hecho con mi hijo..." - Don Vito Corleone (Marlon Brando)
"Algún día, y ese día puede que no llegue, acudiré a ti y tendrás que servirme. Pero hasta entonces, amigo, acepta mi ayuda en recuerdo de la boda de mi hija." - Don Vito Corleone (Marlon Brando)
"Si algo nos ha enseñado la historia es que se puede matar a cualquiera." - Michael a Tom Hagen (Robert Duvall)
"No es personal Tom, sólo negocios" - Michael Corleone (Al Pacino)
"No digas que eres inocente Carlo, porque es un insulto a mi inteligencia, y eso no me divierte." - Michael Corleone (Al Pacino)
"Algunas personas pagarían mucho dinero por esa información, pero entonces su hija perdería un padre, en lugar de ganar un esposo" - Michael Corleone al padre de Apolonia
"Michael, tu papá te quiere mucho" - Vito Corleone a Michael de bebé en El Padrino II
"No me preguntes por mis negocios, Kay" - Michael Corleone (Al Pacino)
"Ardería en el infierno para asegurarme que mis hijos están a salvo" - Michael Corleone (Al Pacino)
"No necesito matones, necesito más abogados." - Michael a Vince, en El Padrino III
" ...pero ahora vienes a mí a decir: 'Don Corleone, pido justicia', y pides sin ningún respeto, no como un amigo, ni siquiera me llamas Padrino. En cambio vienes a mi casa el día de la boda de mi hija a pedirme que mate por dinero." - Vito Corleone a Bonasera
"Yo soy germano-irlandés" - Tom Hagen, ante los insultos a los italianos que recibe del productor Woltz.
"Un abogado con su maleta puede robar más que cien hombres armados". Vito Corleone a Sonny.
"Bonasera, Bonasera, ¿qué he hecho para que me trates con tan poco respeto? Si hubieras mantenido mi amistad, los que maltrataron a tu hija lo habrían pagado con creces. Porque cuando uno de mis amigos se crea enemigos, yo los convierto en mis enemigos. Y a ese le temen".
"Sé que fuiste tú Fredo, me destrozaste el corazón...¡me destrozaste el corazón!"- Michael Corleone
"Si te sientes con fuerzas para ayudarme Tom, dímelo. De lo contrario coge a tu mujer, a tu familia, y a tu amante, y establécete en las Vegas. -¿Por qué me ofendes Michael? He sido siempre leal contigo. ¿Por qué me ofendes? - Michael Corleone y Tom Hagen en El Padrino II
"Justo cuando creo estar fuera...¡me vuelven a involucrar!" Michael Corleone en El Padrino III
Procura vivir no para convertirte en un héroe sino para conservar tu vida - Vito Corleone a Michael, cuando regresa de Sicilia en su aventura con Turi Giuliano (El Siciliano, de Mario Puzo)
"Nunca tomes partido contra la familia"- Michael Corleone
"Hey joey...(disparos)...ZAZA!" Vincen Mancini Corleone (Andy Garcia)
"Dinero y amistad... agua y aceite"- Michael Corleone
"Manten la boca cerrada, y los ojos abiertos"- Michael Corleone
"El destino cometio un error contigo, tenias que haber nacido muerto, yo corregire ese error"- Michael Corleone (Al Pacino)
"La política y el crimen son lo mismo"- Michael Corleone
"Estudiar leyes es como una póliza de seguro"- Michael Corleone
"Había un muchacho con el que crecí. Era más joven que yo. Me admiraba, digamos. Hicimos nuestro primer trabajo juntos, trabajamos la calle. Las cosa iban bien, durante la prohibición. Metimos alcohol durante la ley seca en Canadá - hicimos una fortuna- tu padre también. Como cualquier otro, lo amaba, confiaba en él. Más tarde tuvo un idea, construir una ciudad a partir de una parada en el desierto. El nombre del muchacho era Moe Greene, la ciudad que inventó fue Las Vegas. Este era un gran hombre, un hombre de visón y agallas. Y no hay siquiera una placa o un cartel que lo recuerde. Alguien le puso una bala en la cabeza - cuando lo escuché, no me enojé -. Conocía a Moe, sabía que era cabezota. Hablaba fuerte, decía estupideces. Así que cuando apareció muerto, lo dejé pasar. Y me dije, "este es el negocio que elegimos" No pregunté quién dio la orden, ¡porque no tenía nada que ver con los negocios!" - (Hyman Roth)
"Bacio la mano" - Frase típica de respeto a los dones para afirmar un acuerdo. Significa en italiano "Beso la mano" y se acompaña con el gesto.
"Cada vez que me enfermo me hago más sabio, cuando muera seré un genio" - Michael Corleone (Al Pacino)
"El poder agota a los que no lo tienen" (Mensaje de Michael Corleone dicho por Calo a Luchessi antes de apuñalarlo con sus propios lentes).
"Las finanzas son un arma y la política es el arte de saber cuándo disparar de esa arma." Luchessi a Vincent (Andy García), hijo de Sonny".
Gracias a Wikiquote.
"Le haré una oferta que no podrá rechazar" -Vito Corleone (Marlon Brando) a Johnny Fontane, su frase más célebre también utilizada en el padrino II por Robert De Niro (Vito joven) con respeto a Fanucci.
"Los italianos piensan que el mundo es tan duro que hace falta tener dos padres, por eso todos tienen un padrino."
"Mi padre le hizo una oferta que no pudo rehusar. [...] Luca Brasi le apuntó a la cabeza y mi padre le dijo que podía elegir entre sus sesos o su firma al pie del contrato." - Michael Corleone (Al Pacino)
"Quiero que utilices todo tu poder, toda tu habilidad. No quiero que su madre lo vea así." (Vito Corleone a Bonasera)
"Deja el arma, toma los cannoli". - Clemenza
"Cada hombre tiene su propio destino". - Don Vito Corleone (Marlon Brando)
"Toda mi vida he luchado por proteger a mi familia." -Michael Corleone (Al Pacino)
"Mi padre me enseñó muchas cosas aquí. En esta habitación. Me dijo: Mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos" -Michael Corleone (Al Pacino) en El Padrino II
"Nunca pensé que fueses un mal consigliere, Tom. Pensé que Santino era un mal don, descanse en paz." - Don Vito Corleone (Marlon Brando)
"¿Vives con tu familia?. Bien, porque un hombre que no vive con su familia no puede ser un hombre " - Don Vito Corleone (Marlon Brando)
"Nunca digas lo que piensas a alguien fuera de la familia."- Vito Corleone le dice a su hijo Sonny.
"Nunca odies a tus enemigos, afecta tu razón." - Michael a Vince (Andy Garcia) en el Padrino III
"Hablas de venganza. ¿Va la venganza a devolverle a su hijo? ¿Va a devolverme a mí el mío?" - Don Vito Corleone (Marlon Brando)
"Mira lo que han hecho con mi hijo..." - Don Vito Corleone (Marlon Brando)
"Algún día, y ese día puede que no llegue, acudiré a ti y tendrás que servirme. Pero hasta entonces, amigo, acepta mi ayuda en recuerdo de la boda de mi hija." - Don Vito Corleone (Marlon Brando)
"Si algo nos ha enseñado la historia es que se puede matar a cualquiera." - Michael a Tom Hagen (Robert Duvall)
"No es personal Tom, sólo negocios" - Michael Corleone (Al Pacino)
"No digas que eres inocente Carlo, porque es un insulto a mi inteligencia, y eso no me divierte." - Michael Corleone (Al Pacino)
"Algunas personas pagarían mucho dinero por esa información, pero entonces su hija perdería un padre, en lugar de ganar un esposo" - Michael Corleone al padre de Apolonia
"Michael, tu papá te quiere mucho" - Vito Corleone a Michael de bebé en El Padrino II
"No me preguntes por mis negocios, Kay" - Michael Corleone (Al Pacino)
"Ardería en el infierno para asegurarme que mis hijos están a salvo" - Michael Corleone (Al Pacino)
"No necesito matones, necesito más abogados." - Michael a Vince, en El Padrino III
" ...pero ahora vienes a mí a decir: 'Don Corleone, pido justicia', y pides sin ningún respeto, no como un amigo, ni siquiera me llamas Padrino. En cambio vienes a mi casa el día de la boda de mi hija a pedirme que mate por dinero." - Vito Corleone a Bonasera
"Yo soy germano-irlandés" - Tom Hagen, ante los insultos a los italianos que recibe del productor Woltz.
"Un abogado con su maleta puede robar más que cien hombres armados". Vito Corleone a Sonny.
"Bonasera, Bonasera, ¿qué he hecho para que me trates con tan poco respeto? Si hubieras mantenido mi amistad, los que maltrataron a tu hija lo habrían pagado con creces. Porque cuando uno de mis amigos se crea enemigos, yo los convierto en mis enemigos. Y a ese le temen".
"Sé que fuiste tú Fredo, me destrozaste el corazón...¡me destrozaste el corazón!"- Michael Corleone
"Si te sientes con fuerzas para ayudarme Tom, dímelo. De lo contrario coge a tu mujer, a tu familia, y a tu amante, y establécete en las Vegas. -¿Por qué me ofendes Michael? He sido siempre leal contigo. ¿Por qué me ofendes? - Michael Corleone y Tom Hagen en El Padrino II
"Justo cuando creo estar fuera...¡me vuelven a involucrar!" Michael Corleone en El Padrino III
Procura vivir no para convertirte en un héroe sino para conservar tu vida - Vito Corleone a Michael, cuando regresa de Sicilia en su aventura con Turi Giuliano (El Siciliano, de Mario Puzo)
"Nunca tomes partido contra la familia"- Michael Corleone
"Hey joey...(disparos)...ZAZA!" Vincen Mancini Corleone (Andy Garcia)
"Dinero y amistad... agua y aceite"- Michael Corleone
"Manten la boca cerrada, y los ojos abiertos"- Michael Corleone
"El destino cometio un error contigo, tenias que haber nacido muerto, yo corregire ese error"- Michael Corleone (Al Pacino)
"La política y el crimen son lo mismo"- Michael Corleone
"Estudiar leyes es como una póliza de seguro"- Michael Corleone
"Había un muchacho con el que crecí. Era más joven que yo. Me admiraba, digamos. Hicimos nuestro primer trabajo juntos, trabajamos la calle. Las cosa iban bien, durante la prohibición. Metimos alcohol durante la ley seca en Canadá - hicimos una fortuna- tu padre también. Como cualquier otro, lo amaba, confiaba en él. Más tarde tuvo un idea, construir una ciudad a partir de una parada en el desierto. El nombre del muchacho era Moe Greene, la ciudad que inventó fue Las Vegas. Este era un gran hombre, un hombre de visón y agallas. Y no hay siquiera una placa o un cartel que lo recuerde. Alguien le puso una bala en la cabeza - cuando lo escuché, no me enojé -. Conocía a Moe, sabía que era cabezota. Hablaba fuerte, decía estupideces. Así que cuando apareció muerto, lo dejé pasar. Y me dije, "este es el negocio que elegimos" No pregunté quién dio la orden, ¡porque no tenía nada que ver con los negocios!" - (Hyman Roth)
"Bacio la mano" - Frase típica de respeto a los dones para afirmar un acuerdo. Significa en italiano "Beso la mano" y se acompaña con el gesto.
"Cada vez que me enfermo me hago más sabio, cuando muera seré un genio" - Michael Corleone (Al Pacino)
"El poder agota a los que no lo tienen" (Mensaje de Michael Corleone dicho por Calo a Luchessi antes de apuñalarlo con sus propios lentes).
"Las finanzas son un arma y la política es el arte de saber cuándo disparar de esa arma." Luchessi a Vincent (Andy García), hijo de Sonny".
Gracias a Wikiquote.
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dimecres, 14 de març del 2012
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dimarts, 13 de març del 2012
Decálogo del Sibarita
De la página el Ojo en la Paja os dejo este Decálogo del Perfecto Sibarita.
I
Busca satisfacer tu placer por sobre todas las cosas, esté donde esté. Si crees que la belleza o el placer están en saltar en paracaídas desde un edificio, degustar un pescuezo de gallina relleno a la entrada de Ibagué o desayunar caviar y mimosa en el Península de Hong Kong, refocilarte con una dama gordita o pasar un fin de semana en una cueva… adelante. Nunca te deben quedar en la cabeza frases del tipo “si hubiera hecho…”, “debí probar…”, “¿Por qué no fui a…?”.
II
Acepta las equivocaciones como tropiezos menores en el camino que conduce a la satisfacción sibarita absoluta. Al probar te vas a equivocar. Lo que te queda de ello es que siempre vas a recordar ese taco de carnitas a la salida de la estación del metro en Chapultepec, por decir algo, que te envió al hotel y no te dejó salir de allí en dos días. Ese conocimiento es parte de la educación sibarita.
III
Sigue únicamente tus propios e íntimos impulsos. Para el perfecto sibarita no existen modas ni tendencias, no importa la propaganda. Por definición, el sibarita es autosuficiente e independiente en todo sentido. Incluso en el moral.
IV
No importa tanto la marca del objeto como el material con que está hecho. Pero las marcas más prestigiosas, más finas, más confiables utilizan los mejores materiales. El perfecto sibarita usa, por principio, marcas reconocidas. (En mi colegio usábamos una expresión perfecta: “es marquillero”).
V
Para ser un perfecto sibarita no hay que ser rico. El perfecto sibarita no tasa los objetos por su valor de uso ni por su valor de cambio, sino que se guía por una suerte de valor de apreciación. Tendrá objetos costosos, consentirá lujos extravagantes, pero también debería atender a cosas y usos humildes si en ellos encuentra belleza. Un nuevo rico nunca va a ser un perfecto sibarita, porque no aprecia los objetos en sí mismos, por bellos, sino por lo que significan o por lo que le van a representar en reconocimiento social.
VI
Dale a los momentos gratos el tiempo que merecen. Un sibarita apurado es un oxímoron. Un sibarita debería conocer el significado de la palabra oxímoron.
VII
Atiende a los detalles. El perfecto sibarita es detallista tanto en su comportamiento como en su apreciación de objetos y usos. Ese adjetivo bien puesto, ese chelo que suena bajo y sutil en la sinfonía, la señora que amasa con paciencia al lado del fogón de leña, la manera en que estrechó tu mano esa señorita, la ceja naranja en el horizonte al atardecer… Esas cosas poco perceptibles y aparentemente sin importancia aderezan los días del sibarita.
VIII
Sé cortés. No hay que confundir sibaritismo con soberbia, aunque muchos sibaritas lo sean. Pídele al camarero los huevos benedictinos como te gustan, y si no están bien hechos, vuélvele a explicar con cortesía. Hay que tener compasión: la salsa holandesa es un arte complejo. El perfecto sibarita está habitado por la bonhomía.
IX
Viaja. Conocer otros mundos amplía las perspectivas de comparación, alienta la búsqueda de más altos estándares en todo. Y que tus viajes sean unos cinco estrellas y otros mochileros. Si tienes dinero, puedes viajar mochilero con dinero, que es la mejor forma de conocer: los hoteles cinco estrellas de todo el mundo se parecen. El perfecto sibarita no conoce las ciudades desde un autobús con aire acondicionado y guía turístico. Nadie conoce una ciudad de esa forma.
X
No necesitas saber francés para ser un perfecto sibarita. Pero sí necesitas hablar bien, expresarte de manera adecuada y correcta. Un perfecto sibarita no puede tener mala ortografía. Un sibarita no dice ecsenario. Lee, y no solo la revista Summus ni la guía Michelin, aunque también. Un sibarita debería frecuentar verdaderos cultores de la bella prosa. Un Henry James, un Alejandro Rossi, un Borges, un Flaubert. Un Alberto Salcedo Ramos, para atender también el ámbito local, o un Darío Jaramillo Agudelo.
I
Busca satisfacer tu placer por sobre todas las cosas, esté donde esté. Si crees que la belleza o el placer están en saltar en paracaídas desde un edificio, degustar un pescuezo de gallina relleno a la entrada de Ibagué o desayunar caviar y mimosa en el Península de Hong Kong, refocilarte con una dama gordita o pasar un fin de semana en una cueva… adelante. Nunca te deben quedar en la cabeza frases del tipo “si hubiera hecho…”, “debí probar…”, “¿Por qué no fui a…?”.
II
Acepta las equivocaciones como tropiezos menores en el camino que conduce a la satisfacción sibarita absoluta. Al probar te vas a equivocar. Lo que te queda de ello es que siempre vas a recordar ese taco de carnitas a la salida de la estación del metro en Chapultepec, por decir algo, que te envió al hotel y no te dejó salir de allí en dos días. Ese conocimiento es parte de la educación sibarita.
III
Sigue únicamente tus propios e íntimos impulsos. Para el perfecto sibarita no existen modas ni tendencias, no importa la propaganda. Por definición, el sibarita es autosuficiente e independiente en todo sentido. Incluso en el moral.
IV
No importa tanto la marca del objeto como el material con que está hecho. Pero las marcas más prestigiosas, más finas, más confiables utilizan los mejores materiales. El perfecto sibarita usa, por principio, marcas reconocidas. (En mi colegio usábamos una expresión perfecta: “es marquillero”).
V
Para ser un perfecto sibarita no hay que ser rico. El perfecto sibarita no tasa los objetos por su valor de uso ni por su valor de cambio, sino que se guía por una suerte de valor de apreciación. Tendrá objetos costosos, consentirá lujos extravagantes, pero también debería atender a cosas y usos humildes si en ellos encuentra belleza. Un nuevo rico nunca va a ser un perfecto sibarita, porque no aprecia los objetos en sí mismos, por bellos, sino por lo que significan o por lo que le van a representar en reconocimiento social.
VI
Dale a los momentos gratos el tiempo que merecen. Un sibarita apurado es un oxímoron. Un sibarita debería conocer el significado de la palabra oxímoron.
VII
Atiende a los detalles. El perfecto sibarita es detallista tanto en su comportamiento como en su apreciación de objetos y usos. Ese adjetivo bien puesto, ese chelo que suena bajo y sutil en la sinfonía, la señora que amasa con paciencia al lado del fogón de leña, la manera en que estrechó tu mano esa señorita, la ceja naranja en el horizonte al atardecer… Esas cosas poco perceptibles y aparentemente sin importancia aderezan los días del sibarita.
VIII
Sé cortés. No hay que confundir sibaritismo con soberbia, aunque muchos sibaritas lo sean. Pídele al camarero los huevos benedictinos como te gustan, y si no están bien hechos, vuélvele a explicar con cortesía. Hay que tener compasión: la salsa holandesa es un arte complejo. El perfecto sibarita está habitado por la bonhomía.
IX
Viaja. Conocer otros mundos amplía las perspectivas de comparación, alienta la búsqueda de más altos estándares en todo. Y que tus viajes sean unos cinco estrellas y otros mochileros. Si tienes dinero, puedes viajar mochilero con dinero, que es la mejor forma de conocer: los hoteles cinco estrellas de todo el mundo se parecen. El perfecto sibarita no conoce las ciudades desde un autobús con aire acondicionado y guía turístico. Nadie conoce una ciudad de esa forma.
X
No necesitas saber francés para ser un perfecto sibarita. Pero sí necesitas hablar bien, expresarte de manera adecuada y correcta. Un perfecto sibarita no puede tener mala ortografía. Un sibarita no dice ecsenario. Lee, y no solo la revista Summus ni la guía Michelin, aunque también. Un sibarita debería frecuentar verdaderos cultores de la bella prosa. Un Henry James, un Alejandro Rossi, un Borges, un Flaubert. Un Alberto Salcedo Ramos, para atender también el ámbito local, o un Darío Jaramillo Agudelo.
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Miscelanea
dilluns, 12 de març del 2012
diumenge, 11 de març del 2012
Escoge un trabajo que ames.
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Filosofia
dissabte, 10 de març del 2012
El amor es ciego
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Humor
divendres, 9 de març del 2012
Juguetes de nuestra infancia
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Miscelanea
dijous, 8 de març del 2012
Un poco más de Calvin y Hobbes
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dimecres, 7 de març del 2012
Calvin y Hobbes
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dimarts, 6 de març del 2012
Relaciones humanas
Cuando una mujer dice "¿Qué?", lo dice porque no te ha oído. Te está dando una oportunidad para cambiar lo que has dicho.
Erróneo, ella te está probando para ver si tienes pelotas de repetirlo.
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dilluns, 5 de març del 2012
Salvemos los libros
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diumenge, 4 de març del 2012
Más Humor Inteligente
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dissabte, 3 de març del 2012
Continuamos con The New Yorker
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divendres, 2 de març del 2012
Más "The New Yorker"
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Humor
dijous, 1 de març del 2012
Cartoons of The New Yorker
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