dijous, 26 de febrer del 2009

¿Para qué sirve la filosofía?

En tiempos de crisis económica y sobretodo de crisis de las ideas -las pancartas vencen cualquier atisbo de razocinio o debate-, no está de más recordar a una gran olvidada en los tiempos modernos, La Filosofía. Os dejo el texto de Deleuze que encontré gracias a Horrach en Phiblógsopho.

Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve al Estado, ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene un uso: denunciar la bajeza en todas sus formas. ¿Existe alguna disciplina, fuera de la de filosofía, que se proponga la crítica de todas las mixtificaciones, sea cual sea su origen y su fin? Denunciar todas las ficciones sin las que las fuerzas reactivas no podrían prevalecer. Denunciar en la mixtificación esta mezcla de bajeza y estupidez que forma también la asombrosa complicidad de las víctimas y de los autores. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo, activo, afirmativo. Hacer hombres libres, es decir, hombres que no confunden los fines de la cultura con el provecho del Estado, la moral, y la religión. Combatir el resentimiento, la mala conciencia, que ocupan el lugar del pensamiento. Vencer lo negativo y sus falsos prestigios. ¿Quién, a excepción de la filosofía, se interesa por todo esto? La filosofía como crítica nos dice lo más positivo de sí misma: empresa de desmitificación. Y, a este respecto, que nadie se atreva a proclamar el fracaso de la filosofía. Por muy grandes que sean la estupidez y la bajeza serían aún mayores si no subsistiera un poco de filosofía que, en cada época, les impide ir todo lo lejos que quisieran... pero ¿quién a excepción de la filosofía se lo prohíbe?

dimarts, 24 de febrer del 2009

¿Usted sabe quién soy yo?

Una pregunta inteligente en el momento oportuno te puede salvar el trasero, así que antes de hablar piensa, siempre existe la frase correcta que hará que consigas lo que quieras, aquí os dejo un ejemplo.

dijous, 19 de febrer del 2009

"Esperadme en el cielo" ¿a quién creo?

Os dejo un par de críticas literarias de un mismo libro, "Esperadme en el cielo" de Maruja Torres, Premio Nadal 2009. Una, del periódico donde ella escribe, El País. La otra de La Vanguardia. Noche y día, dos mundos diferentes o dos libros diferentes. Uno puede pensar mal y creer que la crítica del País es buena porque trabaja allí y la más honesta es la de La Vanguardia, pero también puede ocurrir que el crítico de La Vanguardia no sea un fan de Maruja Torres, o su empresa esté en metida en algún litigio con la otra, o un grupo empresarial es totalmente contrario a su vecino de kiosko, o cualquier otro asunto. Así que, ¿a quién creo? ¿Dónde puedo buscar la equidad? En este país cada día lo tenemos más difícil, demasiados bandos, demasiado ying y yang, Barça-Madrid, Rojo-Azul, derecha-izquierda, en definitiva, demasiada gilipollez.



Crítica de Rosa Mora para El País

Perdurar en la memoria de quienes nos aman es la mejor forma de paraíso que se nos puede conceder. Y Maruja Torres (Barcelona, 1943) lo ha construido en Esperadme en el cielo, Premio Nadal 2009, para sus amigos y maestros muertos, como dice la autora, Manolo (Vázquez Montalbán) y Terenci (Moix). La novela se estructura en tres líneas: el encuentro de la narradora, mitad Wendy mitad Alicia, pero, sobre todo, Maruja, con sus amigos en un presunto Más Allá; las aventuras que los tres corren en esa eternidad/inmortalidad, en la que todo está permitido; y el regreso al Barrio, con mayúscula, en el que los tres nacieron y que ya no es el antiguo Barrio Chino de Barcelona ni el Raval en el que ahora se ha convertido, sino un espacio de la infancia, del recuerdo y la nostalgia.

Torres ha recuperado el humor asilvestrado de sus primeros libros, ¡Oh, es él! (1985), sobre Julio Iglesias y la prensa del corazón, o Ceguera de amor (1991), una sátira sobre los fastos del V Centenario del Descubrimiento de América. Todo eso puede verse en las juergas que los tres disfrutan: volando en una alfombra mágica, con Terenci, vestido de ladrón de Bagdad; Manolo, de gran visir, y ella, de Jean Simmons, en Narciso negro. O nadando, con un bañador a rayas y un flotador amarillo y blanco con cabeza de patito, en un mar de lágrimas. O viajando en una golondrina (las barcazas de paseo del puerto de Barcelona) hasta Beirut.
Hay también mucho cine con el gran Lubitsch como santo patrón de la reunión en el paraíso. Y algunos escritores, como Manuel Puig, Cristina Fernández Cubas, Cavafis, san Truman Capote, Arturo Pérez-Reverte, Antonio Machado y alusiones continuas a Peter Pan, de James M. Barrie, y a Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll.

No falta un poquito de suspense, que en realidad no engaña a nadie. ¿Está verdaderamente muerta Wendy-Alicia-Maruja?, ¿está en coma?, ¿está soñando? o ¿está simplemente durmiendo? Es muy fácil de adivinar.

La recuperación del viejo Barrio Chino no alcanza ni de lejos la intensidad que logró Torres en Un calor tan cercano (1997), probablemente una de sus mejores novelas, por no decir la mejor. Aquí se trata de pinceladas con las que la narradora ayuda a los amigos muertos a reconstruir el recuerdo del Barrio.

Las figuras de Manolo y de Terenci son más caricaturas que personas de carne y hueso y casi se convierten en comparsas en lo mejor de la novela, la introspección y la autocrítica, a veces tan salvaje como su humor, que hace la narradora y que atraviesa de punta a punta la novela. A veces con sus propias palabras, otras en la voz de sus amigos. Ya en las primeras páginas, Manolo y Terenci le dicen al unísono: "Has perdido el sentido del humor y aquella ironía, llevas años amustiada e irritable, aburrida". "Nos preocupaban tus insomnios, la frecuencia con la que le dabas al frasco, las horas que pasabas haciéndote dar masajes (...) ¿Crees que el hecho de envejecer te autoriza a traicionarte?", añade Manolo.

La propia escritora no se permite ni una concesión: "Cuando se aparenta lo que no se es, y eso es lo único que los otros creen que eres, y hasta te felicitan por serlo, te vas quedando sin gente cercana con quien compartir el tablón del naufragio". Hay reflexiones mucho más duras.
De sus conversaciones con los amigos muertos y de un surrealista encuentro con el Ángel Caído (la novela empieza y acaba en la Feria del Libro de Madrid) la narradora concluye que sí hay una segunda oportunidad para ella: "Proporcionando a mi vejez el ímpetu con que atravesé anteriores etapas de mi vida, con idéntica pasión por el riesgo".
Al final, se tiene la sensación de que, humor y risas y ciertas incoherencias aparte, Maruja Torres ha culminado el duelo por sus amigos y ha escrito esta novela como una especie de catarsis que emocionará a sus lectores.


Crítica de J.A. Masoliver Ródenas para La Vanguardia

El premio Nadal ha marcado, durante muchos años, la trayectoria de la narrativa española contemporánea, desde que en 1944 lo ganó Carmen Laforet con Nada.Esta trayectoria está marcada por autores como Miguel Delibes, Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Ramiro Pinilla, ÁlvaroCunqueiro, Juan José Millás o el gran escritor argentino Juan José Saer. Con la proliferación de premios dentro de un mercado salvaje y especulativo dominado por la filosofía del best seller y con el nacimiento de un nuevo y más indiscriminado tipo de lector, parecería inevitable que los que hemos seguido de cerca la trayectoria del Nadal tengamos que aceptar que ya no hay espacio para la mitificación. Sin embargo, los últimos premiados, Eduardo Lago y Francisco Casavella, representaron una inyección de optimismo que ahora se tambalea ante una novela más propia del Planeta que del Nadal. Pero Maruja Torres (María Dolores Torres Manzanera, Barcelona, 1943) el premio Planeta ya lo obtuvo en el 2000 con Mientras vivíamos.La pregunta que hacerse es: ¿está la escritora a la altura del prestigio del premio?

La respuesta la podríamos encontrar en la propia trayectoria de la escritora, dedicada al periodismo desde muy joven, colaboradora de Garbo,Fotogramas o Por Favor y redactora de El País.Conoce, pues, la vertiente más frívola (la misma que la llevó, por ejemplo, a escribir Oh, es él,en torno a Julio Iglesias) y la de la renombrada periodista, paródica, polémica, corrosiva, crítica con el poder y perceptiva corresponsal de guerra. Lo paradójico es que para un tema como el de Esperadme en el cielo haya escogido la línea más frívola. En este error de planteamiento descansa, creo yo, el fracaso de la novela. Es decir, la escritora no nos ha engañado, sino que se ha engañado a sí misma. Al igual que otro escritor de talento, Fernando Savater, Maruja Torres necesita justificar el premio (mal empezamos) insistiendo en que la literatura tiene que divertir o entretener - cosa que hicieron, con creces, profundos indagadores de la condición humana como Cervantes o Kafka, no exclusivamente divertidos-,aceptando que "no todo el mundo nace para hacer catedrales. Algunos hacemos mesas; pero se trata de que esa mesa que hagas sea la mejor".

El problema es que uno de los atributos de la mesa es que tenga cuatro patas y aquí esta mesa cojea o no las tiene. ¿Deliberadamente? En entrevista con Sònia Hernández publicada en la revista Qué Leer en marzo del 2006, anunciaba ya un proyecto bastante definido; y en la novela consta que está redactada entre el 2004 y el 2008. No hay pues espacio para la improvisación, aunque sí para el abandono. Por otro lado, estamos hablando de una escritora de oficio y marcada - desde su nacimiento en el Raval hasta sus experiencias como corresponsal de guerra y su conocimiento del mundo árabe-por una realidad dura, conflictiva, que invita poco al sentimentalismo y mucho a los sentimientos hondos, aquí ausentes. Y a ello debería haber contribuido también el tema: el reencuentro en el Paraíso con los míticos o mitificados Terenci Moix y Manuel Vázquez Montalbán. Un encuentro que se debe, se nos dice al abrirse la novela, a que "te quedaste frita en plena firma de tu libro", entró en un estado de somnolencia y perdió el conocimiento. A partir de aquí se acumulan las ocasiones perdidas: en lugar de un Paraíso dantesco nos encontramos con un espacio indefinido y despoblado, donde los únicos protagonistas son los tres amigos. El mundo de los sueños ofrece también infinitas posibilidades, apoyadas por la tradición, pero aquí sólo sirve para borrar la frontera entre realidad e irrealidad y dar espacio libre más a la invención que a la imaginación. Pero sobre todo podría haber sido una oportunidad para dar una visión más honda y humana de los dos escritores fallecidos, muertos relativamente jóvenes y con personalidades complejas, me atrevería a decir que torturadas. Un humor que les sirvió para enmascarar lo más conflictivo de sus personalidades y que ahora Maruja Torres, amiga de ellos desde casi toda la vida, podría haber desenmascarado.

Probablemente la narradora se ha dejado arrastrar por la reivindicación de la cultura popular que hicieron ambos escritores. El título de la novela procede de una canción de Antonio Machín, y la novela está marcada por el cine de Hollywood, el mismo que admiraron Manuel Puig (uno de los escasos personajes del libro) y Cabrera Infante, y que en el Allá Abajo, en su evocado Barrio Chino, era "lo más semejante al Paraíso", y les permitía huir hacia la fantasía. Esta fantasía justifica aquí todo tipo de prodigios, como la presencia de Peter Pan justifica trasladarse de un lugar a otro (Barcelona, Madrid, Beirut, pero nunca por el Paraíso) y convertirse en niños para caer en el infantilismo. Ami entender, esta novela sólo llega a ser divertida y entretenida en la medida en que es un disparate. De pies a cabeza y sin pies ni cabeza.

dimecres, 18 de febrer del 2009

Crisis (8): Minar la Confianza

El octavo de Xavier Sala i Martín. En este culpa a los gobiernos de mantener un precio del dinero demasiado bajo y a los estados de invertir todo el dinero en servicios públicos, pero no olvidemos que el sector privado fue el que buscando los beneficios a corto plazo se olvidó del futuro, sólo pensando en sus beneficios personales, los de los directivos, no de los accionistas. Porqué los que mandan en los bancos son los directivos, que toman las decisiones que más les benefician a ellos como trabajadores del banco, no a sus clientes, ahí está el inicio y el fin de todo. La ganancia personal ha hundido el sistema colectivo.

Es curioso: los medios y los expertos están haciendo cuajar la idea de que la actual recesión ha sido causada por los excesos del sector privado y olvidan completamente los excesos del sector público. Está claro que el origen del problema es la burbuja inmobiliaria. Pero ¿qué causó esa burbuja? Respuesta: el mantenimiento de tipos de interés artificialmente bajos por parte de las autoridades monetarias... públicas. Es decir, los tipos bajos llevan a demasiada gente a pedir hipotecas, cosa que provoca aumentos extravagantes de los precios de los inmuebles.

El sector financiero, se nos dice, construyó activos basados en hipotecas errando clamorosamente en la apreciación de lo que sería la tasa de morosidad. Pero ¿por qué cometió ese error? Por muchas razones. Una de ellas es que, cuando los precios suben la proporción de morosos se reduce (porque las familias tienen más incentivos a no perder una casa que se aprecia). Eso lleva a las entidades financieras y empresas de rating a creer erróneamente que la probabilidad de morosidad estructural se ha reducido. Es decir, si la burbuja inmobiliaria (creada, insisto, por las autoridades públicas) no hubiera existido, la alegría con la que se compraron los activos basados en hipotecas no se habría producido.

Se dice que demasiados bancos privados prestaron demasiado dinero a demasiadas familias con pocos recursos (familias subprime).¿Por qué lo hicieron? Respuesta: entre otras cosas, porque dos instituciones semipúblicas (Freddie Mac y Fannie Mae) garantizaban esas hipotecas. ¿Por qué? Porque el gobierno las obligó a ello con el objetivo de que esas familias también formaran parte del sueño americano de tener una vivienda de propiedad.

Se explica que el sector financiero se dedicó a crear activos complicados que no entendía y a pedir prestado para invertir (apalancarse). ¿Por qué? Pues en parte, por culpa de la política de tipos artificialmente bajos que indujo a todo el mundo (¡incluso los bancos!) a pedir prestado para invertir.

Los errores de política pública contribuyeron, pues, de manera significativa a originar la crisis actual. Pero la cosa no acaba aquí: también están contribuyendo a agravarla y a convertir lo que habría sido una pequeña recesión en un episodio potencialmente catastrófico. Durante los primeros meses de crisis en EE. UU. (entre diciembre del 2007 y septiembre del 2008), el consumo, la inversión inmobiliaria y las exportaciones netas se mantuvieron. Lo único que cayó en picado era la construcción. Concretamente, hasta septiembre del 2008, la reducción del PIB había sido de unos 313.000 millones de dólares, un poco menos que la caída de la construcción. Es decir, lo único que demostraba estar realmente en crisis era ese sector.

Las cosas cambiaron radicalmente en septiembre del 2008. Después de salvar a Bear Sterns, Freddie Mac, Fannie Mae y Goldman Sachs, el fin de semana del 13-14 de septiembre, el gobierno decidió no ayudar a Lehman Brothers y, después, se salvó a AIG. Nadie entendió por qué se salvaba a unos bancos y no a otros, pero esa política errática dejaba claro que el gobierno no tenía claro cómo afrontar la situación. La confianza cayó y las bolsas de todo el mundo se hundieron. El gobierno reaccionó aprobando, a toda prisa, un programa de 0,7 billones para comprar los activos tóxicos de los bancos: la semana que siguió a la aprobación del llamado TARP (Troubled Assets Relief Program), la bolsa sufrió la peor caída semanal de la historia. Ante el asombro de todos, la reacción del gobierno fue la de decir: "Como a la bolsa no le ha gustado el TARP, no compraremos activos tóxicos, sino que recapitalizaremos directamente a los bancos". Y claro, al constatar que el gobierno utilizaba a la bolsa para ver si sus propias acciones tenían sentido, todo el mundo se dio cuenta de que andaba bastante perdido. Eso acabó de demostrar que estábamos en manos de una pandilla de incompetentes, justo en el momento que cuajaba la idea de que el ángel salvador único era... ¡el gobierno!

Es importante que si los estados deciden erigirse en salvavidas de la economía, nos convenzan primero de que están capacitados para ello. Porque, en economía, cuando el líder no inspira confianza, las familias dejan de consumir, las empresas dejan de invertir y las crisis se agravan.

Lo peor de todo es que, la confianza ciega que muchos tenían en Barack Obama se está disipando rápidamente: después de aprobar un plan de gastos plagado de esotéricos programas inútiles, Obama ha dedicado otro billón de dólares a una nueva versión de TARP, a pesar del ostentoso fracaso de la primera versión del plan. Es más, el día que su secretario del Tesoro, Tim Geithner, lo anunció, no explicó ni quién comprará esos activos, ni cómo se decidirá su precio, ni qué bancos serán ayudados, ni qué pasará con los activos comprados... Es decir: no explicó nada de nada. Su inseguridad y su miedo no contribuyeron a establecer la necesaria confianza en que el nuevo liderazgo sabe cómo reconducir la situación.

¡Ah! ¡Casi me olvidaba!: mientras tanto, el sector privado - ¡ese maldito sector privado que tanto daño hace a la sociedad!-ha seguido haciendo sus deberes: según un estudio del profesor Casey Mulligan, la productividad del sector no financiero norteamericano sigue subiendo (a diferencia de lo que pasó durante la gran depresión). Es decir: gracias al sector privado, la economía norteamericana saldrá disparada de la crisis el día que la incompetencia del gobierno deje de minar nuestra confianza.

dimarts, 17 de febrer del 2009

Como hemos cambiado.



Hoy cumplo 38 años, he mirado esta foto y me he fijado en el niño antes que en esas piernas y en la minúscula falda que realiza esfuerzos imposibles para cubrirlas. Hace unos años ni hubiera visto al pequeñajo de la bolsa, pero ahora todo está cambiando. No se si estoy madurando o perdiendo reflejos, mis amigos dirán que estoy gilipollas, los miraré, sonreiré y tomaré otro trago de ese bourbon que ya no es de garrafón.

divendres, 13 de febrer del 2009

Crisis (7): Gasto Inútil

El séptimo artículo de Xavier Sala i Martín. Si queréis saber más sobre la crisis, economía y pasta en general daros una vuelta por Euribor -que no habla sólo del famoso índice, que todo el mundo lo ha incluido en su Hipoteca y parece que muchos lo han descubierto ahora-. Una página muy recomendable.

Si gastáramos un millón de dólares por cada día transcurrido desde que nació Jesucristo hasta hoy, no dilapidaríamos tanto dinero como el presidente Obama gastará con su reciente plan de estímulo económico. Y es que una especie de virus neokeynesiano que lleva a los dirigentes a la locura del dispendio ilimitado parece haber invadido el planeta Tierra. Es como si el único libro de economía jamás escrito fuera la Teoría general de Keynes, de 1936, que propone el aumento del gasto público para salir de la crisis.

Decía Keynes que "en el largo plazo, todos estamos muertos"... Y tenía razón: ¡Keynes está muerto! El problema para sus discípulos es que antes de morir (pero después de publicar la Teoría general)también escribió otras cosas como: "El aumento de la obra pública puede ser la medicina correcta cuando hay una deficiencia crónica en la demanda, pero no se puede organizar de manera suficientemente rápida como para ser el instrumento más útil para evitar los ciclos económicos" (Keynes, Collective writings,vol. XXVII, p. 122, 1942). Es decir, después de pensarlo, ni el propio Keynes creía en la utilidad del gasto público para sacar a la economía de una recesión. La razón es la que apuntábamos en estas páginas el 17/ XII/ 2008: para ser útil, el gasto público debe ser sometido a complicados procesos de decisión y adjudicación que requieren tiempo. Eso significa que, si se quiere que sea útil, no va a llegar a tiempo. Y si se quiere que saque a la economía de la crisis, va a ser inútil. (Nota: la cosa es todavía más grotesca en el caso español, dado que el Gobierno tiene la manía de no pagar sus deudas hasta ¡18 meses después de ejecutada la obra!).

"¡Pues que sea inútil!", dirían los keynesianos, "al fin y al cabo ¡eso es lo que sacó al mundo de la gran depresión de los años 30!". Bien..., la salida de la gran depresión está sujeta a un debate que no vamos a solucionar aquí. Pero hay otros episodios históricos que pondrían en duda la eficacia del gasto público. Uno de ellos es una crisis enormemente parecida a la actual: Japón 1990. Tras una gigantesca burbuja inmobiliaria, el sistema bancario japonés se colapsó, el préstamo desapareció y el país entró en una profunda crisis económica. ¿Cómo reaccionó el Gobierno japonés? Respuesta: se endeudó hasta el cuello y gastó lo que no estaba escrito: se hicieron obras públicas por valor de 4.7 billones de euros (la economía japonesa entonces era de unos 4 billones de euros anuales) y la deuda pública subió hasta 7 billones (un 180% del PIB). Se pavimentó el país entero unas cuantas veces, se construyeron puentes, museos, zoos, palacios de deportes e incluso pirámides de cristal.

¿Contribuyó todo este derroche a que Japón saliera del agujero? No lo sé. Lo que sí sé es que han pasado 18 años... y la economía japonesa todavía no ha salido del agujero. Algunos economistas dicen que sin el gasto público, la crisis japonesa hubiera sido mucho más profunda. Quizá sí..., aunque otros dicen que fue el aumento desmesurado del gasto el que hizo que cundiera el pánico entre los ciudadanos, cosa que los llevó a reducir el consumo y a agravar la situación. ¿Quién tiene razón? Seguramente nadie: yo más bien me inclino a pensar que todo ese dispendio no fue ni bueno ni malo, sino más bien... inútil.

Y es que hay un teorema que dice que un problema económico no se soluciona creando otro "que compense", sino arreglando la raíz del problema. Si fuéramos médicos y viéramos que el corazón (raíz del problema) del paciente no tiene suficiente fuerza para bombear sangre por todo el cuerpo, no cortaríamos las piernas para que no necesitara tanto riego sanguíneo (creación de problema que compensa), sino que intentaríamos reparar el corazón. Lo mismo pasa en economía. El problema actual es que el sistema financiero ha generado deudas gigantescas para crear instrumentos financieros que ahora tienen un valor dudoso y eso impide que la economía real tenga acceso a crédito para invertir y comprar. Eso no se soluciona dejando que el Gobierno genere todavía más deuda y gaste el dinero haciendo ferrocarriles, museos o parques. Se arregla yendo al corazón del sistema financiero, extirpando lo que está podrido y haciendo que la banca recupere la confianza en las empresas y viceversa.

Con eso no quiero decir que no se necesiten ferrocarriles, museos o parques. Lo que digo es que contratar a los parados de la banca para que construyan ferrocarriles no va a arreglar el problema de fondo que es la falta global de crédito.

La pregunta clave es: ¿por qué se aprueban, pues, planes de aumento extravagante del gasto en casi todos los países del mundo? Mi respuesta es bien sencilla: la clase política ha aprovechado el miedo que la crisis ha metido en el cuerpo del contribuyente para hacer su particular carta a los Reyes. Fíjense en que Obama ha querido que su plan fuera aprobado deprisa y corriendo: "Si no se aprueba esta semana - dijo-,va a haber una catástrofe económica". No hay programa en el mundo que no pueda esperar una semana, por más que el nuevo mesías, Barack Obama, diga lo contrario. Eso sí, las prisas han conseguido que se aprobaran cientos de programas sin el necesario escrutinio público y han convertido la crisis en el paraíso de los chupópteros del dinero ajeno. En estos momentos de pánico en los que ha cuajado la idea de que cualquier tipo de gasto inútil sirve para salir de la recesión, los políticos aprovechan y hacen lo que toda la vida han querido hacer: gasto inútil.

dimarts, 10 de febrer del 2009

Obama va a hundir los Estados Unidos de América

No he podido resistirme a insertar esta noticia, que fue publicada ayer, 10 de febrero del 2009, en La Vanguardia.

"El sistema de atención primaria español ha captado la mirada de la Administración Obama, que piensa incluir puntos de este en su reforma de la sanidad pública estadounidense. Para ellos el modelo de medicina familiar pactado en España hace 25 años es un ejemplo a seguir, pero para los profesionales de aquí va siendo hora de que se actualice y se adapte a los cambios que experimenta la sociedad. El aumento y envejecimiento de la población, la prevalencia de enfermedades crónicas, los nuevos hábitos de trabajo y estructura familiar, los avances tecnológicos... influyen en la manera como trabaja el médico de familia y la enfermera y en cómo atienden al paciente. Aunque el sistema sanitario ha evolucionado en estos 25 años, falta una reforma global que aborde los aspectos clave, coinciden tanto el Col·legi Oficial de Metges de Barcelona (COMB), como el Departament de Salut de la Generalitat, la Societat Catalana de Medicina Familiar i Comunitària (Camfic) y el Sindicat de Metges de Catalunya –apesar de las diferencias sobre cuáles son esos puntos y cómo tratarlos–."

Obama quiere copiar nuestro sistema y todos los médicos quieren reformarlo. Como dijo Schuster, "No hase falta dessirr nada más."

dilluns, 9 de febrer del 2009

TV3, Barça i Nova York

Aquesta es la transcripció del discurs del meu pacient, la darrera vegada que es va venir a visitar. No tinc ni idea del que tenia, perquè va parlar i va marxar. Suposo que tenia ganes de xerrar, i ara que es porta l’ateisme la gent ha oblidat als Mossens i ve als metges a explicar els seus problemes, a veure quan torna la fe i podem tornar a fer la nostra feina, que en teoria es lluitar contra la malaltia. Teoria, massa teoria.

“Jo soc més del Barça que el senyor Joan Gaspart –que es tan culé que prefereix que guanyi el F.C. Barcelona que el club del que ell es president, el Sant Andreu. A Sant Andreu tenen un problema i sembla que no ho saben-. Per molt aficionat que soc al club que es més que un club –bé, l’any passat deien que era un puti-club o un club de copes-, no hem sembla gens bé que el senyor Laporta li demani a TV3 trenta mil.lions d’euros, més que res es que TV3 la paguem tots, i prefereixo que la meva pasta vagi a millorar les carreteres d’entrada a Reus, per una guarderia, per posar més metges al meu ambulatori o no pagar les taxes administratives i poder-m’ho gastar en vicis. No vull que els meus impostos paguin els cotxes luxosos d’uns jugadors que ara guanyen, però un dia perdran i els voldrem fer fora de Catalunya. Aquest Ronaldinho va jugar al Barça?, hem sona, però no n’estic segur.

"Trenta kilos es un u per cent del que demanem al Estatut –que al final sol s’ha convertit en un assumpte de pasta, tanta Nació i tanta llet i als postres ens trobem al Cuba Gooding Junior en gallumbos cridant al Tom Cruise. “Show me the money” (ensenya’m la pasta”)-, un altre u per cent se’n va als informes encarregats per la Generalitat, sobre el parxís, la reproducció de la Foca Àrtica a menys d’un quilòmetre de la Central Nuclear d’Ascó, els forats dels Donuts o els forats de molts cervells. Ja tenim un dos per cent a les escombraries. Es que tenim uns governants que no els mereixem.

"No vull parlar de l’ambaixada a Nova York, que la van inaugurar el mateix i dia i la mateixa hora que el senyor Obama jurava el seu càrrec, es veu que sol van anar a engolir canapès els del Ku Klux Klan –per motius evidents, no perquè siguin catalans-, la resta dels nord-americans estaven amb el seu president. Anar a la ciutat que mai dorm –com Cornudella durant la Festa Major-, per fer un piscolabis entre catalans sembla una mica estúpid, no seria millor fer-ho a Catalunya i ens estalviem el viatge? Ja ho diu el poble, “si es te que anar es va, però anar per anar es una rucada.”

dimecres, 4 de febrer del 2009

Los viejos roqueros nunca morirán

Os dejo un artículo escrito por Loquillo en su página web. Contando lo que muchos sospechamos, la unidireccionalidad de la cultura, dependiendo de donde vives, a quien votas o en quien creas. Parece que internet está convirtiéndose en el único lugar donde puedes encontrar diversidad, aunque todavía nos quedan algunas librerias, pequeñas editoriales y minúsculas discográficas luchando por la diversidad. No estoy en contra de la música comercial o los best-sellers, sólo soy contrario a no poder conocer otra música o otros libros.

Decía el gran actor italiano Vittorio Gassman
“Viajar en avión es el mejor momento para hacer balance, porque crea zonas francas, neutrales, en las que la mente se acomoda al juego de la memoria y las recapitulaciones “.
Ensimismado, pienso que hubiera sido de mi de no haberme negado a ceder los derechos de autor de por vida a la radio de turno …..,
Todo esto querido amigo viene a cuento porque hace unos días recibí un email en el que un grupo de seguidores se lamentaban de haber recibido respuesta de una de las radiofórmulas mas importantes del país, mi música al parecer no era la adecuada para su target de oyentes añadiendo que no había nada personal en ello.
!chicos perdéis el tiempo!, en serio pensáis que yo pinto algo en esas emisoras,
hace tiempo que dejé de sonar y el mundo no se ha venido abajo, mas bien estoy en mi lugar, me he ganado a pulso no estar….
Unos meses atrás tenia que recoger el premio Ondas en nombre de Andrés Calamaro, tres días antes de la entrega me comunicaron que no hacia falta que viajase a Barcelona, la organización del evento había decidido sustituirme…..
Ahora mismo sería impensable escuchar una canción como “Camino Soria” de Gabinete Caligari en la radio comercial, indicativo del nivel que tenemos en España.
Al principio de su carrera Jaime Urrutia reconocía la influencia de poetas como Bécquer o Machado y el abajo firmante reivindicaba el cine de la nouvelle vague francesa con el video de Cadillac Solitario , clara referencia al film de Godard “A Bout de Soufflé” influencias culturales o cinematográficas ( ahora que se habla tanto de plagios ) que marcaron nuestro comportamiento ético y estético, algo que solo algunos grupos y artistas conocidos como indies mantienen con buenas maneras.
Estamos en España y parece que todos tenemos que cantar con cierto deje flamenco o creernos delincuentes de serie b perseguidos por la guardia civil como en aquellas películas del tardofranquismo que no sé por qué reivindican los frikys.
!Maldito el día en que escuche a la Velvet Underground !
Tengo la sensación de vivir un dejavu perpetuo y no se debe a la lectura de Cirlot o Mesanza.


Cada vez que vuelo a BCN me pongo nostálgico porque ella es la ciudad que pudo ser y no fue. Hoy se ha convertido en una boutique para turistas.
Pienso en compañeros de generación como Carlos Segarra o Sabino Méndez que se fueron antes que yo y en aquellos actores, cineastas, músicos y creadores que lo harán después de mi , hartos de esa política cultural que excluye al que no piensa y habla como ellos, al diferente.
A nadie se le escapa que a día de hoy cada partido político cuenta con una cartera de artistas en nomina que pasan a formar parte de lobbys cercanos al poder, de ese modo la critica se silencia y de ultimas siempre queda la subvención que calla todas las bocas.
¿Por qué en España cuesta tanto ser independiente o decir lo que se piensa?
¿Por qué todavía persisten comportamientos anteriores a la llegada de la democracia por parte de la cultura “ oficial” que señala con el dedo al que no es “ de los nuestros”?
Se necesita mucho talento o ser muy ambicioso para ser arte y parte. Hace tiempo que aprendí que cuando te identifican con una idea política estás perdido, el pack se completa con la desaparición o absorción del arte en beneficio de la ideología, nunca al revés.
En Cuba tocar rnr es una buena manera de terminar en la cárcel y sino que se lo pregunte al amigo Gorka Águila, ¡si es que parece que no pase el tiempo! .Ráphael sigue protagonizando el especial de Navidad de tve como hace 40 años!! , pero no nos pongamos tensos, ahora mismo solo soy “un hombre con licencia que disfruta de un paréntesis.”

dilluns, 2 de febrer del 2009

El día que el rugby cambió el mundo.

Ya está en las librerías -olvidad los grandes almacenes para hacerle un favor al mundo de los libros-. "El factor humano. Nelson Mandela y el partido que salvó a una nación" de John Carlin. (Seix Barral. Barcelona, 2009. 360 páginas. 19 euros.). Os dejo un par de artículos publicados este fin de semana en Babelia, el suplemento cultural de El País. Después viene la película, Morgan Freeman como Mandela, Matt Damon como el capitán François Pienaar y dirigida por Clint Eastwood. En este enlace también os dejo el gran artículo que publico Phil Blakeway en Zona Rugby sobre este tema.


Jacinto Antón

John Carlin ha escrito la historia de un milagro. La historia de cómo en 1995, sólo cinco años después de salir de la cárcel, Nelson Mandela consiguió unir a su país, Suráfrica, mediante un partido de rugby. Lo hizo, el presidente Mandela, poniéndose una camiseta y una gorra verdes e impulsando a la selección nacional, compuesta en su mayoría por gigantones blancos afrikáners, a ganar, contra todo pronóstico, la Copa del Mundo. Apoyando a los Springboks, uno de los símbolos más detestados del apartheid, y haciendo que éstos se rindieran a su encanto y se doblegasen ante su carisma, el presidente negro logró dar la vuelta como un calcetín a los corazones de los surafricanos de cualquier color para dejarlos, tras una avalancha de emociones maravillosas, convertidos en una nación.

El gran periodista que es Carlin (Londres, 1956) cuenta los hechos en un libro magistral, El factor humano, en el que las vidas de los personajes principales de aquel episodio y la sobrecogedora historia de la transición surafricana acaban desembocando en una de las mayores jornadas de júbilo colectivo, redención y fraternidad que recuerda el mundo. Carlin dice que ese multitudinario Tercer Tiempo le sugiere la escena final de El perfume, aquella orgía amorosa. Fue tal el desbordamiento de emociones que muchos lloraron -y volvieron a hacerlo al testimoniar sus vivencias de ese día épico al periodista-. Incluso el lector se ve arrastrado y conmovido. El propio Carlin, veterano reportero de piel endurecida por la experiencia en los más variopintos fregados, se muestra sorprendentemente sensible al hablar de Mandela y de su gran, inolvidable día en el estadio Ellis Park de Johanesburgo. En un momento de la conversación, al explicar que a Mandela, con 90 años, le falla ya la memoria, y anegado por un súbito brote de emoción, Carlin se llevará la mano al bolsillo de la camisa, tratando de disimular la turbación con la búsqueda del móvil. Es el síndrome Mandela. "Mandela Magic, la magia de Mandela", sintetiza Carlin. "Hay algo en él, un aura, que provoca ese efecto emocional en la gente. No sabría describirlo. Un impulso hacia la bondad, la humanidad y la nobleza. Mandela consigue ganarse hasta a enemigos acérrimos que hubieran querido verlo muerto. '¡Es mi presidente', gritaban enfervorecidos los afrikáners ex pateanegros y resentidos en el estadio. En contacto con él te sientes mejor persona. Su capacidad de empatizar es casi sobrenatural. En buena parte, con este libro he querido comunicar, transmitir a la gente el genio y la grandeza de Mandela. Hay un consenso en el mundo de que Mandela es un gran hombre, pero mucha gente ignora por qué. Aspiro a que leyendo El factor humano, se entienda".

Se entiende, pero uno se pregunta de dónde sale alguien así. "Es un misterio. De Maradona, de su inexplicable, abrumador genio futbolístico, exclamó un comentarista: '¡Diego, Diego, de qué planeta viniste!'. Cabe decir lo mismo de Mandela. Es como el Maradona de la política. La tormenta perfecta. Una confluencia, supongo, de genética, vida, educación, circunstancias históricas... Pero había una madera de base". Carisma. "Carisma, sí. Una gran confianza en sí mismo, algo que no es arrogancia sino un sentido innato que te hace no dudar".

Carlin describe con un excelente pulso periodístico e información asombrosa, de primerísima mano -no en balde es un especialista en la política surafricana: recordarán las sensacionales crónicas de su cobertura de las primeras elecciones democráticas, reunidas en Heroica tierra cruel (Seix Barral, 2004) -, el delicado camino hacia el fin del apartheid y la reconciliación en el país austral. Un proceso que uno sigue en las páginas -casi como un thriller- con el corazón en un puño, tan sembrado estuvo de peligros y amenazas. "Resulta increíble ver los obstáculos que tuvo que ir superando Mandela. Lo suyo fue digno de los Trabajos de Hércules. Un guerrillero salvadoreño que ha leído el libro me dijo: 'John, este libro es sobre cómo Mandela evitó una guerra civil'. Algunos dicen que me paso en los elogios hacia Mandela. El caso es que los elogios en el libro no vienen de mí, sino del astuto jefe de los servicios de inteligencia del régimen del apartheid, Barnard; del encallecido general Constand Viljoen, comandante de la Fuerza Surafricana de Defensa; de los jugadores de rugby afrikáners, del propio presidente Botha, die groot krokodil..., de todos, incluso de los que se sentían más amenazados por los cambios que introdujo".

Mandela, dice Carlin, al que le une una amistad personal, "es un seductor nato". Una de las escenas más emocionantes del libro, tan rico en ellas (pienso también en la de los delanteros Springboks ensayando el himno negro Nkosi Sikelel' iAfrika), es cuando en la apertura del primer parlamento democrático -Carlin estuvo ahí-, Mandela se acerca a saludar cariñosamente al correoso Viljoen, que había tomado las armas en su día contra el swart gevaar, "el peligro negro", y la multitud grita al militar afrikáner: "¡General, dele un abrazo!", y éste se azora y se pone firme tratando de que no le venza la cálida emoción que le inunda. Estamos hablando de bondad. "Exacto. Mandela parece avizorar instintivamente la bondad de los hombres aunque se esconda en un rincón de sus corazones. Puede prescindir de lo que no le gusta y apelar a la parte buena, y extraerla hasta de los más ruines. Empezó por conquistar así a sus carceleros, y luego siguió con toda la sociedad. Veo ese proceso como un abrazo que se iba ampliando hasta abarcar toda Suráfrica y que acabó en esa verdadera orgía de... sí, amor, que fue el partido de rugby. Un abrazo con todo el estadio y, a través de la televisión, con todo el mundo".

Hay algo de Mandela en Obama. "Se ha hablado mucho del parecido. Obama es mejor orador. Mandela ha logrado todo lo que ha logrado pese a ser mal orador. Obama tiene ese instinto reconciliador, apela también a lo mejor de la gente. Quizá sea una cualidad africana". África es también el machete. "Sí, la violencia extrema, pero de África procede esa gente con gran capacidad de unir, de entender, de perdonar. Los grandes políticos en el fondo son los que han buscado unir, no separar. En eso se resume el mito de Mandela, el gran unificador y reconciliador. Como Lincoln". Mandela, subraya Carlin, no es sólo bueno, es pragmático. "Ve las soluciones a los problemas con gran frialdad. Mira cómo colocó ¡de ministro del Interior! al artero zulú Buthelezi, responsable de tantos baños de sangre y grotesco aliado de la ultraderecha blanca; ahí sigue ese viejo hijo de puta. Y Terreblanche, de los nazis bóers del AWB que gustaban ir de kaffierskietpiekniek, pic-nic de tiro al cafre, al negro. ¡Los transformó a todos Mandela!".

Pese a que en algunos momentos El factor humano recuerda a lo mejor del Nuevo Periodismo, Carlin puntualiza que él, literatura, poquita. "Yo me baso en lo que me contaron los testigos que entrevisté. Me he pegado al máximo a los hechos, aunque sin dejar de contar una aventura amena. Eso es clave siempre, escribas lo que escribas". Aunque no es el tema, el rugby tiene un papel importante en el libro. Carlin explica que de niño jugó a ese noble deporte. ¿Segunda, tercera línea? "No, no, full back -arrière, zaguero-, era duro ser el último cuando avanzaban esas grandes bestias y sólo quedaba yo para pararlos". Es fácil compartir esas intensas sensaciones con Carlin cuando te ha partido la boca un pilier de los Pumas.

De la película sobre el libro, Carlin explica que empezará a rodarse en marzo en Suráfrica. Matt Damon será el capitán de los Springboks, François Pienaar, otro tipo duro seducido por Mandela. Al presidente lo encarnará Morgan Freeman -"un hombre nacido para interpretar a Mandela"-. "Él tenía los derechos de la autobiografía de Mandela, pero no conseguía transformarla en película. Cuando le llegó una sinopsis de mi libro vio la manera de hacer un filme sobre el personaje. Un guionista de Hollywood estuvo luego trabajando conmigo en Barcelona. El guión es muy bueno, muy fiel. Clint Eastwood está encantado -¡le apasiona el rugby!-. Freeman ha sido muy amable conmigo, incluso vino a la presentación del libro en Nueva York". El título provisional es Human touch, deliciosamente polisémico para los que conocen el vocabulario básico del rugby.


Eduardo Mendoza

El factor humano podría ser la mejor novela del año de no ser porque todo lo que cuenta sucedió de verdad. Y una verdad estremecedora, aunque hoy y desde nuestra perspectiva, casi nadie la recuerde. Ajena por razones históricas al mundo colonial africano (con la excepción anecdótica de Guinea) y ajena hasta hace poco a los problemas derivados de la diversidad racial (con la excepción anecdótica de los gitanos), la opinión pública española siempre vio el conflicto de Suráfrica y el apartheid como algo remoto sobre cuyo fondo todo el mundo estaba de acuerdo: un sistema en el que una minoría blanca oprimía a una mayoría negra era insostenible y debía resolverse de inmediato. Pero ni los más optimistas, aquí o en cualquier parte, creían que esta solución pudiera ser pacífica. Un largo periodo de injusticia, brutalidad, cárcel, tortura, revueltas y matanzas había alimentado el odio de millones de oprimidos y la determinación de la minoría amenazada de defender sus privilegios y tal vez sus vidas a un precio que incluía, entre otros útiles, la bomba atómica. Cuando el final de la descolonización y de la guerra fría hizo inaplazable el cambio en Suráfrica, el mundo se preparó para una guerra civil terrible e inevitable. Y sin embargo, contra todo lo previsible, el conflicto surafricano se resolvió de un modo pacífico, por un método racional y a través de una cadena de episodios tan increíbles como afortunados.

El factor humano cuenta este proceso de un modo claro, inteligente, objetivo y tan ameno que el lector menos interesado por la historia se sentirá atrapado desde la primera página, no sólo por este singular proceso, sino por sus insólitos protagonistas, empezando por la fascinante figura de Nelson Mandela, un hombre en quien concurrían la inteligencia, la bondad, la astucia y la elegancia.

John Carlin nació en Londres en 1956, estudió en Oxford y, aunque actualmente reside en España, ha ejercido el periodismo en varios países, incluida Suráfrica durante los años en que ocurrieron los acontecimientos que relata. Conoce, pues, los hechos de primera mano y personalmente a sus protagonistas, lo que da viveza y proximidad al relato, sin que el propio Carlin se inmiscuya en ningún momento, lo que siempre es de agradecer. Como buen periodista, sabe seleccionar y organizar la información con una economía y eficacia a la que hacen justicia la traducción castellana de María Luisa Fernández Tapia y la catalana de Pere Núñez. Dicho lo cual, añadiré que John Carlin es, sobre todo, un magnífico y apasionado narrador.

El relato, verídico en sus detalles e increíble en sus giros inesperados, pivota sobre un partido de rugby: la final del campeonato del mundo de 1995 que disputaron Suráfrica y Nueva Zelanda en Johanesburgo. En la tribuna presidencial, Nelson Mandela, que acababa de realizar la proeza de reconciliar no sólo a los blancos con los negros, sino a los distintos grupos de resistencia que durante años habían sostenido la lucha armada. En aquella ocasión, Mandela decidió utilizar el partido de rugby para consolidar esta asombrosa transición, añadiéndole un elemento emocional que uniera a todos los surafricanos sin distinción de raza. Es una muestra más de la personalidad de Mandela el que utilizara como factor de unión el deporte, vehículo de enfrentamientos por excelencia. Sólo por esta razón, el libro ha de interesar por igual a los amantes del deporte y a sus detractores. Y no hace falta ser aficionado al rugby ni entender sus reglas para que, de la mano de John Carlin, el desenlace se convierta en eso que los comentaristas deportivos suelen llamar un "partido de infarto".

Las etapas que conducen a Mandela de la prisión donde había pasado veintitrés años a presidir la nación y al partido de rugby y los personajes que se van incorporando a la trama constituyen la peripecia de este relato sorprendente y en varias ocasiones emocionante, especialmente para quienes, con sobrada razón, desconfían del género humano. Cuando se hace balance del desastroso siglo XX, la transición en Suráfrica es una de las pocas historias con final feliz.

Cuando el libro aparece en castellano y catalán, ya lleva cosechado un éxito notable en su idioma original y pronto se convertirá en película dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Morgan Freeman en el papel de Mandela. La noticia no añade ni quita nada a este libro espléndido por méritos propios, pero pone de manifiesto el atractivo de la historia.