divendres, 9 de desembre del 2011

Los tipos duros nunca bailan, Vinnie Jones

Os dejo el artículo publicado en Jot Down.

Vinnie Jones, un auténtico animal
Ruben Uría

The Times publicó en 2007 un polémico artículo sobre los 50 tipos más duros de la historia del fútbol (Football’s 50 Greatest Hard Men). El primer clasificado de ese ránking de dudoso honor fue Andoni Goikoetxea, durísimo central del Athletic y de la selección española, calificado como “El carnicero de Bilbao”. A rebufo de Goiko aparecían Stuart Pearce (ni una mala palabra, ni una buena acción), Vasile Boli (la “muerte negra”), Gentile (famoso por su intento de dejar inválido a Maradona), Marco Materazzi (un angelito, pregunten a Zidane), Nobby Stiles (el chico de la funeraria Collyhurst) o Giusseppe Bergomi (que repartía de todo, menos caramelos). Sin embargo, The Times decidió no incluir a Vinnie Jones en su lista. El motivo, que la naturaleza de Vinnie Jones estaba fuera de concurso. Se trataba del tipo más despiadado, salvaje y violento que hubiese pisado jamás un campo de fútbol, de tal modo que los otros 50, a su lado, parecían el Santo Niño de Moronacocha. Vinnie se comportaba como un ángel exterminador que sembraba el pánico. Estrujaba, escupía, soltaba los codos, machacaba rodillas, metía dedos en las costillas, sacudía cabezazos y aplicaba sus conocimientos de kárate. Un amigo suyo le llamaba “psycho” (psicópata) y a él le hizo gracia. Entre otras cosas porque Vinnie Jones no era, precisamente, Bambi.

Criado en una familia de clase obrera de Watford, Hertfordshire, se marchó de casa con apenas 16 años para tratar de hacer realidad su sueño: convertirse en jugador profesional de fútbol. Primero probó en el modesto Wealdstone como amateur, alternando sus entrenamientos con un trabajo a tiempo parcial como peón de obra, ganándose en el andamio. Después viajó a Suecia, para firmar por el IFK Holdsmund, donde permaneció a prueba. Y en 1986, previo pago de 10 000 libras, fichó por el Wimbledon, un recién ascendido a Primera División. Allí no tuvo precisamente un buen debut, como él mismo recuerda: “El día de mi debut con el Wimbledon, el viejo utillero del equipo entró en el vestuario y le pregunté cómo estaba jugando. Me contestó ‘Tengo 85 años, si me dieran la camiseta con el 4, lo haría mejor”. Sin embargo, Vinnie se sintió como en el jardín de su casa jugando para los “dons”. Sobre todo, después de su hacerse famoso por haber retirado del fútbol, de manera literal, a Gary Stevens, después de una entrada terrorífica. Rey de las malas artes y provocador constante, Vinnie pronto alcanzó fama de enterrador de estrellas rivales y se labró una reputación infame. Su fama de violento, después de varios partidos con los “dons”, empezó a ser legendaria en los estadios. Y él, lejos de arrepentirse de sus acciones, se jactaba de ellas en los periódicos: “Si vas a por mí, mejor que acabes conmigo o seré yo el que vuelva a por ti. En cinco minutos o la próxima temporada”.

Y es que Vinnie Jones, matón y pendenciero, jamás amenazaba en vano. Paul Gascoigne, entonces estrella emergente del Newcastle, pudo comprobarlo. Vinnie sometió a Gascoigne a un marcaje que nadie podría olvidar jamás. Su ‘hazaña’ consistió en derribar 14 veces a Gazza, en escupirle en la cara y amenazarle de muerte. Gascoigne señaló: “Se me acercó y me dijo: ‘Me llamo Vinnie Jones, soy gitano, gano mucho dinero. Te voy a arrancar la oreja con los dientes y luego la voy a escupir en la hierba. ¡Estás solo, gordo, solo conmigo!’”. Jones, en su versión más cafre, fue mucho más lejos. Tal y como muestra una de las fotografías más famosas del fútbol británico, agarró de los testículos a Gascoigne como si pretendiera arrancárselos. Una vez consumada la agresión después del partido, contestó a su manera a Jones enviándole un ramo de rosas con una nota. Vinnie, sin demasiado sentido del humor, devolvió el obsequio y le mandó una escobilla de water. Años después remató la cuestión (“es increíble que Paul pueda seguir usándolos ¿verdad?”) y propuso que un reality show lanzara a Gascoigne en una isla desierta para ver cómo se las apañaba (“creí que sería bueno para su cuerpo y su mente”). Otro ilustre del fútbol mundial, el holandés Ruud Gullit, también fue víctima de Vinnie: “Es una cucaracha ladrona. Pero si todo falla con Gullit, siempre puedes esperar al primer córner y atar sus trenzas al poste de la portería”. En esa ocasión, por fortuna para Gullit, Vinnie no cumplió su amenaza. La pelota no era su negociado, todo lo contrario; prefería verla bien lejos y no le importaba reconocer sus limitaciones: “No puedo correr, no sé pasar, no puedo frenar a nadie y no sé disparar… pero todavía estoy aquí”.

El Wimbledon, icono del fútbol-cárcel, empezó a ganar de manera sistemática. El odio que despertaba era directamente proporcional a su desprecio por la pelota, pero aquella jauría humana que rendía pleitesía al kick and rush (patea y corre) y era un tributo al break-bones (rompe huesos) se coló en la élite inglesa. Su entrenador, Dave Basset, tenía claro a quién se dirigía: “En este club los únicos hooligans son los jugadores”. Instalado en la zona noble a base de patadas y un fútbol tan feo como efectivo, el Wimbledon se puso de moda durante tres años, donde se le atribuyó el apodo de “The Crazy Gang” (La pandilla de los locos). Tommy Docherty, mítico entrenador escocés, les definía así: “El Wimbledon tiene tanto encanto como una botella rota de cerveza”. Un pensamiento compartido por Gary Lineker, que en su faceta de comentarista de la BBC no dudó en proclamar: “Al Wimbledon es mucho mejor seguirle en el teletexto que en el campo”. Al calor de Vinnie Jones, quebrantahuesos y líder espiritual del equipo más sucio de la historia contemporánea del fútbol británico, se hicieron populares los nombres de Dennis Wise (que llegó a morder el brazo de Marcelino, jugador del Mallorca), de Dave Beasant (“este equipo es una fábrica de moratones”) y de Lawrie Sánchez (uno de los pocos virtuosos del equipo). Precisamente Sánchez fue el autor del único título de aquel Wimbledon, que dio la sorpresa al derrotar al Liverpool en la final de la FA Cup en Wembley. Aquella tarde, los “dons” destrozaron a uno de los equipos más técnicos del país; Vinnie Jones se mostró exultante y Tommy Docherty, mito del fútbol británico, hizo una broma que quedó para los anales de la historia: “El himno del Liverpool es ‘Nunca caminarás sólo’. El del Wimbledon es ‘Nunca volverás a caminar’”. Algunos jugadores del Wimbledon, con el paso del tiempo, reconocieron que la noche antes de aquella final ante el Liverpool todos se cogieron una borrachera antológica en un pub donde, según cuenta la leyenda, Vinnie se marchó…sin pagar. Marca de la casa.


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2 comentaris:

M ha dit...

hay cada uno...antideportivos

angellluis.substack.com ha dit...

tipos de antes, gentes de ahora.