El 9 de Xavier Sala i Martín, bastante interesante, la crisis va evolucionando, no es la misma del año 2008, cuando el gobierno la negaba, ni es la misma que nos espera a final de este año. Debemos aprender para no cometer los mismos errores.
Cuando se discutía el plan de estímulo económico de EE. UU. la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi (demócrata), publicó un escalofriante gráfico que mostraba una caída del empleo muy superior a la de las dos últimas recesiones (1990 y 2001). Gráfico en mano, la señora auguró una nueva gran depresión si no se votaba su plan de estímulo. Y el plan se aprobó.
Realmente el gráfico de Pelosi era alarmante. Pero no porque demostraba que estamos ante una crisis sin precedentes, sino por ser un ejemplo de manipulación política sin escrúpulos (comparable a aquellos gráficos que enseñaba Zapatero en sus debates con Rajoy que "demostraban" que, en febrero del 2008, ¡en España no había crisis!). La manipulación de Pelosi consistía en ignorar y esconder el hecho de que durante el siglo XX ha habido otras recesiones peores que las relativamente benignas de 1990 y el 2001.
Si se hace la comparación con todas ellas, se ve que la pérdida de empleo actual es grande, pero no extravagante: similar a la 1981, un poco mejor que la de 1974 y, de momento, no tiene nada que ver con la gran depresión de los años 30. ¡Sí! Estados Unidos ha perdido casi cuatro millones de puestos de trabajo en los últimos meses. La cosa no va nada bien. Pero no hay que olvidar que estamos hablando de un país que tiene unos 133 millones de trabajadores (hemos pasado de 137 cuando empezó la crisis, a 133 millones en febrero del 2009). Para que la actual crisis fuera comparable con la gran depresión, se deberían perder no 4 sino 35 millones de empleos. De momento, eso queda muy lejos.
¿Quiere decir que es imposible que llegue una depresión? De ninguna manera. El profesor Robert Barro, de la Universidad de Harvard, acaba de publicar un estudio que compara episodios de crisis a lo largo de la historia y de la geografía mundial y demuestra que, cuando las crisis económicas van acompañadas de colapsos de la bolsa, la probabilidad de que haya una depresión aumenta. Barro estima que la probabilidad de que la actual crisis se convierta en gran depresión es del 20%.
En el artículo "Crisis (2): 1929", publicado aquí el 17/ X/ 2008, decía yo que la crisis del 2008 tenía algunos aspectos similares a la de los años 30 (el más similar era, precisamente, la caída de la bolsa), pero también muchas diferencias. El problema es que algunas de estas están empezando a desaparecer, por lo que la posibilidad de depresión está aumentando. Por ejemplo, desde entonces una preocupante ola proteccionista, similar a la que causó la gran crisis de 1929, está invadiendo el planeta.
Otra diferencia entre 1929 y el 2009 es que han pasado 80 años y hemos acumulado experiencias y conocimientos económicos. Lamentablemente, nuestros líderes parecen estar haciendo caso omiso de todo lo aprendido. Por ejemplo, a lo largo de las últimas décadas, los economistas han demostrado que era bueno que las políticas económicas siguieran "reglas" y no fueran dejadas a la "discreción" de políticos en estado de pánico. Claramente, este principio se ha abandonado.
Segundo ejemplo, si los instrumentos de política económica utilizados son "inestables", se crea todavía más inestabilidad. Es decir, es bueno que los tipos de interés bajen cuando hay crisis. Pero si bajan demasiado, se crean burbujas financieras que dan lugar a crisis todavía mayores (en parte, la crisis actual es consecuencia de la política de intereses bajos llevada a cabo por Greenspan para salir de la recesión del 2001). Es bueno que el gasto público y el déficit fiscal suban cuando hay crisis, pero si se disparan hasta límites insostenibles, acaban desestabilizando la economía. Principio también abandonado.
Tercer ejemplo, las políticas económicas deben ser "sostenibles". El déficit fiscal de Obama es mayor que la suma de todos los déficits de todos los presidentes de la historia, desde George Washington hasta George W. Bush. Eso está creando tal incertidumbre que los mercados de seguros financieros (credit default swaps)ya empiezan a señalar que la probabilidad de que el Gobierno norteamericano no pueda hacer frente al pago de intereses en los próximos cinco años ha pasado del 0% histórico a más del 6% en la actualidad. ¿Se imaginan la catástrofe económica global que significaría que el Gobierno estadounidense - en la actualidad, la única entidad en la que los inversores de todo el mundo confían a la hora de invertir-se comportara como una república bananera y no pudiera pagar sus deudas?
Finalmente, hemos aprendido que la confianza es importante. En la actualidad hay dos razones que llevan a la gente a no gastar. La primera, la falta de crédito derivada del colapso del sistema financiero. La segunda, y quizá más importante, la falta de confianza en el futuro: las familias no consumen porque tienen miedo a perder el empleo y las empresas no invierten porque tienen miedo a no vender. Y aquí es donde los líderes políticos, como Nancy Pelosi, tienen un papel importante: su burdo intento de infundir miedo entre los electores para conseguir su mezquino objetivo político es extraordinariamente irresponsable, porque hace cundir el pánico y eso agrava la situación. Claro que, si bien no es bueno que los políticos se pasen por exceso, tampoco lo es que se pasen por defecto. Solbes y Zapatero también perjudican la economía con su falso optimismo de predicciones sistemáticamente fallidas y diagnósticos flagrantemente equivocados.
Los líderes deben liderar de manera creíble, equilibrada y responsable. Mientras no lo consigan, el pánico seguirá.
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