Os dejo este artículo de Joan Golobart, que publicó en La Vanguardia, con el mismo título, "Periodistas Forofos." Creo que es aplicable tanto al fútbol como al resto de los deportes, y aquí habla del Barça i del Espanyol, pero podría estar hablando de otros equipos. Estamos perdiendo el espiritu del deporte, parece que sólo importa la victoria o la derrota, si se gana somos los mejores, si se pierde somos mejores pero no hemos hecho bien las cosas. "Humilde en la victoria y caballero en la derrota", parece que muy pocos lo recuerdan.
Tras coincidir en una tertulia radiofónica, le manifesté a Dagoberto Escorcia mi interés por escribir en La Vanguardia.Ante su inmediata e ilusionante respuesta, le indiqué que quería abarcar todos aquellos temas que se pudieran relacionar con el deporte. Cualquier análisis de los partidos que no se refiriera a lo estándar me podía interesar, pero sobre todo me atraía intentar transmitir lo compleja que puede ser cualquier actividad deportiva, qué aspectos son los que te llevan a la excelencia, qué detalles te hacen fracasar. Por encima de todo, los valores que deben acompañar al deporte.
Desde esta filosofía de vida, buena parte del mundo del periodismo me ha decepcionado profundamente durante toda esta semana con esos análisis peyorativos, rencorosos y humillantes que han hecho respecto a la victoria perica en el derbi. No corresponden de ninguna manera a alguien que quiere ejercer esa profesión, no corresponden en absoluto a nadie que ame el mundo del deporte y desde luego se alejan totalmente de sus valores.
Uno de los valores primordiales del deporte es saber perder. La derrota forma parte de nuestra vida. Todos sabemos que muchas veces nuestros avances personales y las máximas satisfacciones aparecen después de fracasos inesperados. Es el momento de levantarse y volver a empezar. Pero ese levantarse, si queremos que sea efectivo, conlleva una condición: alejarse de las excusas del mal perdedor. No hacerlo supone no haber entendido nada de lo que es el deporte, por lo que te conviertes simplemente en una persona que compite y probablemente vuelva a caer en el mismo error.
Silvia Giao, en su formidable artículo "Saber ganar y saber perder", escribe: "Otros no admiten que la causa de la derrota sea una equivocación suya o de su equipo, una falta de esfuerzo o que el otro sea mejor. Buscan alguna excusa que justifique esa situación o culpan a alguien de lo que ha pasado y pillan un enfado un tanto desproporcionado". Muchos podrían pensar que se refiere a buena parte del periodismo deportivo catalán. Pues no es así; se refiere a los niños.
Curiosamente, de un tiempo a esta parte recibo peticiones para asistir a charlas que intenten transmitir a los padres, madres y niños cuáles son los valores que deben transmitirse a través del deporte. Es más, esas peticiones vienen en ocasiones desde el mundo del periodismo con la ambición de construir una Catalunya más sostenida en los valores. ¿Pero qué sentido tiene todo eso si después de una derrota, una simple derrota en un partido de fútbol, quienes se apartan radicalmente de esos valores son los periodistas?
El pasado sábado el Espanyol y el Barcelona dirimieron una batalla para dos guerras diferentes. El Espanyol ganó la batalla de una guerra que tiene complicada y el Barcelona la perdió, pero tiene la guerra casi en sus manos. La responsabilidad de cualquier equipo es conseguir en las circunstancias del momento el mejor nivel personal. Si se consigue, se obtiene el éxito, y eso, simplemente eso, es lo que hizo el Espanyol, y en cambio el Barcelona no lo consiguió. ¿Tanto cuesta aceptarlo? La retahíla de excusas ha sido larguísima: árbitro, tarjetas, exageración en las lesiones de los pericos, interrupciones constantes... Ninguno de los periodistas forofos ha hablado del orden, el sacrificio, la solidaridad, la paciencia, la ambición de que con 0-1 se presiona al portero rival dentro de su propia área. Nada, eso no vale nada.
Recuerdo una promoción frente al Mallorca. Tuve la fortuna de marcar el gol de la victoria en casa y la mala suerte de que me anularan el 0-1 en la vuelta. Bajó el Espanyol y lo primero que hice, a pesar del dolor que me invadía, fue felicitar y estrechar la mano de Lorenzo Serra Ferrer. Fracasé como futbolista, es cierto, pero fui digno como persona. Esa ha sido la educación que recibí de mis padres. Puede que sí, que simplemente sea un problema de educación.
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