dilluns, 26 de gener del 2009

En el Cafè de la Joventut Perduda

Decepció, aquesta es la paraula que descriu millor el meu sentiment després de llegir aquest llibre d’en Patrick Modiano, editat per Proa. No hem crec ni m’enganxa l’historia de la Louki, ni el començament –explicant la vida del “freakies” que passen pel cafè-, ni el mig –amb les històries de la gent que l’ha conegut-, ni amb el final que te, tan previsible com d’agrair. Un quatre sobre deu. I com diu el protagonista de “Jardins de Pedra”; “Les opinions son com el cul, cadascú te el seu i fa amb ell el que vol”, os deixo la crítica del llibre, escrita per Robert Saladrigas, que va aparèixer a La Vanguardia.

Cuando hace sólo unos meses (2/ I/ 2008) escribí a raíz de la traducción de Un pedigrí (2005) que Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945) había coronado un texto excepcional (siempre escarbando en la memoria de su conciencia, describiendo obsesivamente un tiempo y un paisaje que a los viejos lectores de su narrativa nos es archifamiliar), no conocía su última novela En el café de la juventud perdida (Dans le café de la jeneusse perdue)por entonces recién aparecida en Francia. El hermoso título pertenece a la cita que abre el libro y anticipa su sentido: "A mitad del camino de la verdadera vida, nos rodeaba una adusta melancolía, que expresaron tantas palabras burlonas y tristes, en el café de la juventud perdida". Está extraída de las Memorias de Guy Debord (1931-1994), el intelectual marxista, autor de una obra de referencia, La sociedad del espectáculo,que antes de ver su cuerpo arruinado por el sufrimiento eligió morir.

Bajo tales auspicios, Modiano sigue siendo fiel a su propio universo pero en mi opinión - y para mi asombro- da un salto hacia delante en cuanto a asunto y estratagema narrativa. En el París de los cincuenta, nos informa, hubo entre muchos otros un café llamado Le Condé. ¿Su ubicación? ¿Dónde iba a estar sino en el barrio de L´Odéon, en un perímetro exactamente trazado, cuyo vértice es la plaza Blanche? Su clientela era peculiar, compuesta por artistas jóvenes y estudiantes. Un día cruza el umbral una chica discreta que nadie sabe quién es pero vuelve una y otra vez a horas distintas, se sienta al fondo del local, poco a poco se mezcla con los tertulianos y luego alguien, para identificarla, la llama Louki. Pues bien, Modiano se propone contar con su habitual estilo la vaga historia de Louki que como averiguaremos más adelante se llama Jacqueline Choureau, de soltera Delanque, y es hija de una empleada del Moulin Rouge.

La novedad es el artificio literario con que nos conduce hasta esa intensa y extraña criatura que es Louki. Divide el relato en cuatro monólogos: el primero de un alumno de la Escuela de Minas, asiduo del café; el segundo, un detective privado, Casley, a quien Jean-Pierre Choureau, el marido de Louki, ha encargado investigar el paradero de su esposa que ha abandonado el hogar y las pesquisas lo llevan a Le Condé; el cuarto y último es de un escritor, un tal Roland, que conoció a Louki en el gabinete de Guy de Vere, versado en ciencias ocultas, y gracias a Roland conoceremos la resolución de la historia. Pero entremedias Modiano se permite un rasgo de genialidad, una verdadera pirueta, que para mí da la dimensión de su absoluto dominio de la técnica narrativa. Si el estudiante, el detective y el escritor son voces que nos hacen ver desde el exterior a la protagonista, de repente, en el tercer monólogo, quien habla es la propia Louki y naturalmente lo hace desde dentro.La ocurrencia de dejarnos escuchar lo que la chica tiene que decir de sí misma, cuando la historia está montada en torno a su ambigüedad, me parece un riesgo de grosor considerable.

Sin embargo el cambio de perspectiva, magistralmente controlado por el autor, resulta esencial para entender que la clave de la novela, es decir, el conflicto que hace inestable a Louki, que justifica sus ciegas escapadas por los dédalos del barrio, huyendo de las inoperantes certezas del orden burgués, es la búsqueda hipnótica a vida o muerte de una identidad reconocible con la que sobrellevar el caos de la soledad y la desesperación. Pero - he aquí lo terrible que marca la impronta trágica del relato y su poderosa fascinación- el proceso indagatorio al que se entrega desde niña Jacqueline, primero Delanque (de padre desconocido), luego Choureau y por fin Louki (un nombre atribuido casi como una boutade,sin raíces, que nada significa) únicamente le será útil para descubrir que no sólo es un misterio para los otros sino que lo sigue siendo para sí misma. Una verdad insoportable. No es casual que Louki se mueva sin respiro por lo que Roland llama "Las zonas neutras" que describe así: "Había en París zonas intermedias, tierras de nadie en donde estaba uno en las lindes de todo, en tránsito, o incluso en suspenso. Podía disfrutarse allí de cierta inmunidad".

Demostración de sabiduría Roland - y por su mediación Modiano- habla en pasado ya que, según constata al cabo de unos años, nada de eso existe. El café Le Condé, donde se dice que algunos de sus clientes eran Adamov, Maurice Raphaël, Olivier Larraondo, ¿tal vez Genet o Perec?, que se pasaban Los cantos de Maldoror o Iluminaciones,lo encuentra transformado en una tienda de marroquinería. También han sido barridas de París las zonas neutras;la misma Louki fue tragada por el vacío; y la juventud y su adusta melancolía, la esperanza de todos ellos de materializar los sueños, de convertirse algún día en lo que entonces cada uno ambicionaba ser... De manera que las cenizas de aquello que fue real son hoy pura ficción.

No puedo concluir sin referirme una vez más a la precisión expresiva de Modiano que libro tras libro - nunca aburridos ni poco convincentes como sucede con tantos productos de la literatura francesa actual- me produce una admiración que no cesa de aumentar. Pienso que su falsa sencillez es la más brillante y genuina demostración de sabiduría. Y En el café de la juventud perdida la dramática y hermosa historia, extraordinariamente bien contada y diseñada, de una mujer extraterritorial, inolvidable, que sólo un autor dueño de todos sus recursos narrativos podía crear. No la ignoren.