Tras unos días fuera, he estado diez días en Suecia con Agustí, Marta y el mejor amigo de mi hija Alba, Max y después otra semanita en Torrox, Málaga, vuelvo al blog abandonado. Os dejo un artículo de Quim Monzó, publicado en La Vanguardia. Todos los artículos de Quim Monzó tienen su gracia, pero este me ha parecido excelente. Que Berlusconi se gasta el dinero público en stripers y fiestas, pues bueno, otros se lo gastan en armas y algunos otros en el mundo de la construción, y la gente se escandaliza, ¿en qué mundo vives?
El hábito no hace al monje, y viceversa
Rick Ross es uno de los grandes raperos del momento. Es un hombre negro, rotundo, calvo, con barba y gafas oscuras. Tiene treinta y tres años y creció en Miami, ciudad con barrios ideales para criarse si uno aspira a tener en la vida un aura de delincuente. Y que Rick Ross aspira a tenerla queda claro en la misma elección de su nombre artístico. Él se llama William Leonard Roberts, pero se puso Rick Ross en homenaje a un conocido traficante, Freeway Ricky Ross, quea principio de los ochenta fue, en Los Ángeles,emperador de la droga. El rapero Ricky Ross publicó su primer álbum, Port of Miami,no hace ni tres años y llegó a los primeros puestos de las listas de ventas.
Como todos los artistas, los raperos crean su imagen pública a base de seguir unos parámetros. Cada estilo de artista tiene los suyos, y escoger uno significa adaptarse a ellos, al menos hasta que tu personalidad esté tan consolidada que puedas dinamitarlos, si te apetece. La mística de un cantante melódico es diferente de la de un rockero, y la de un rockero poco tiene que ver con la de un guitarrista sadcore.
Pero en todos los casos hay que seguir la senda marcada, para que te vean como quieres ser visto. Un rapero crea su imagen a base de dárselas de marginal, de asocial. En sus piezas habla de tráfico de drogas, de armas, de que a quien se le ha puesto en medio le ha volado los sesos, y de que por ello ha pasado años entre rejas; puto sistema opresor y tal.
El problema de Rick Ross es que, hace un año, salieron a la luz fotos suyas de principios de los noventa, vestido de guardián de una cárcel de Florida. Ser guardián de cárcel no tiene nada de malo; pero para un rapero, sí. En las fotos se le ve sin gafas oscuras, correctamente rasurado, con cara de buen chico y uniforme. Viendo que su mística se venía abajo, Rick Ross negó ser el de las fotos, e insistió en que él era muy malo, y que había traficado con drogas, y que había hecho cosas la mar de feas. Pero la evidencia era tal que acabó por reconocer su turbio pasado: sí, había sido guardián de una cárcel y no el tipo asocial de que alardea en sus canciones.
Es tan fascinante que actores de vida golfa quieran aparentar vidas puritanas como que chicos más o menos encarrilados quieran dárselas de disolutos. Y ¿saben qué es lo mejor? Que, un año después del escándalo, el tercer disco de Rick Ross - Deeper than rap,aparecido hace mes y medio-se está vendiendo como rosquillas. Lo que demuestra que a los seguidores de Rick Ross les importa un pito que su ídolo tenga en su historial la mancha de haber estado del lado de la ley. Les importa tan poco como a los votantes de Berlusconi que Il Cavaliere monte fiestas con jovencitas y un ex primer ministro, checo y erecto, en su finca de Cerdeña.
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